Isaías 52,13-53,12 ; Hebreos 4,14-16; 5, 7-9; Juan 18,1-19,42
Por: El Peregrino
Nuestra experiencia de Dios ya no la podemos separar de la cruz de Jesús. Ante el horror de la muerte del Hijo de Dios y su escandaloso absurdo, ¿qué podemos decir? Y es que el Viernes Santo parece marcar el fin de las palabras. Pero mirar al crucificado es contemplar a un Dios pasible que asume el dolor y el sufrimiento humano, y destruye así el viejo prejuicio de un Dios apático e impasible. En la tarde de este Viernes Santo, y ante la paradoja de un Dios crucificado, ante ese Jesús vulnerable, quizá la única actitud digna es el silencio y contemplar que es la forma más clara de decir que Dios ama a las víctimas de este mundo.
Sabemos que los judíos no tenían, en tiempo de Jesús, el poder de ejecutar ninguna sentencia de muerte. Podían dictar la sentencia pero no ejecutarla. Por eso Jesús fue crucificado y lapidado como correspondía a quien era acusado de blasfemia según las leyes veterotestamentarias. La crucifixión reservarse para los rebeldes contra Roma.
Pilato creyó que Jesús era un zelota o rebelde contra Roma ¿corresponde a la historia?
El proceso ante el Sanedrín es un modelo y un espejo para cuantos se sienten perseguidos, maltratados o incomprendidos por razones de justicia, de conciencia o de coherencia en los comportamientos. Es necesario que los creyentes asuman esta tarea, como Jesús, en medio de un mundo que busca poco la verdad que libera al hombre en profundidad. Los creyentes somos llamados a vivir en este mundo nuestro la prolongación de las actitudes de Jesús en su Pasión. De este modo rebasaremos los aspectos externos de estos días tan singulares, para entrar en el núcleo verdadero y en su contenido.
Esta es la raíz profunda que ilumina y da su sentido a lo que está ocurriendo en el Calvario. Así lo entendieron los evangelistas. Cristo en la Cruz es la suprema expresión del amor de Dios al mundo. Es el momento supremo de la revelación de la auténtica personalidad y misión de Jesús. La Cruz está al final de la carrera de Jesús en la visión de Marcos especialmente (aunque no exclusivamente). El poder de Dios misericordioso se revela especialmente en la Cruz. Los milagros realizados por Jesús eran sólo un pálido anticipo. Pablo nos ofrece algunos textos muy importantes para la comprensión del misterio de la Cruz: 1Cor 1 y Flp 2.
Si Cristo en la Cruz es la suprema expresión del amor del Padre, es necesario anunciar a los hermanos que en la Cruz se produce el más auténtico y genuino encuentro con Dios. Que Dios a los que ama los prueba, como un buen Padre que es (Carta a los Hebreos). Por los sufrimientos, Jesús aprendió a obedecer y encontrarse con la voluntad genuina de Dios. Y eso se produce en sus discípulos. El creyente es un testigo vivo, en medio del mundo, del amor de Dios desde y en la cruz dolorosa y gozosa. Sólo el creyente puede transmitir esta sabiduría y poder del amor de Dios. Y el mundo lo necesita.
Cristo en la Cruz nos libera de un mal incrustado en la profundidad de la conciencia humana: el temor a la muerte y a los anticipos de la muerte como son el sufrimiento, la soledad y la incapacidad humana.