Por: Eugenio Astudillo Leal
Ayer 20 de Agosto del 2020. Día de don Bernardo O’Higgins, día en que cumplí una semana y cinco meses de voluntaria cuarentena a pedido de mis queridos médicos e hijos, que me aconsejaron que, dados mis múltiples problemas de salud no saliera a la calle, cosa que solo dos veces hice en este período; para ir a citas con los facultativos de salud, he recibido con gran alegría la noticia de la próxima puesta en fin de la “cuarentena”, la que si bien es cierto, en buenos momentos, harto la sufrimos, hoy se nos presenta como un gran bien logrado por todos los andinos, desde sus máximas autoridades, al humilde voluntario de olla común.
La salud, más aun cuando la cosa está regulada y proveía por el Estado, es responsabilidad de cada uno. Mayor es la decisión es optar, en condiciones normales y/o sugeridas, por una Comisión Nacional de Salud, con personas expertas en el temas, si se sigue luchando por preservar la vida, o si, por propia voluntad de nuestros descuidos, lisa y llanamente nos entregamos resignados a la muerte, cuestión que cada uno de nosotros ha tenido que decidir en los últimos meses, con clara evidencia que las cosas no nos han ido ni muy bien ni muy mal, porque los hechos y las noticias nos han demostrado que hubieron muchos y variados personajes, que aún hoy, pasado ya cinco meses del inicio; en serio, de la emergencia, aun hacen locuras de cabros chicos, sin solidaridad, sin sentido común, sin conciencia de identidad nacional, no haciendo casos a cosas tan simples y tan prácticas, como lo es convertir algunos principios simples de protección de la salud, en hábitos permanentes, como lo son ahora la ineludible obligación de usar mascarillas, restringir nuestras salidas, lavarse con más frecuencia las manos, cuidarse lo que más podamos.
Si al día de hoy, usted, aún no ha podido asumir con responsabilidad estas obligaciones, piense un instante cómo ser societario, en donde nosotros somos parte de algo común, que debe seguir viviendo y desarrollándose por el bien de vida futura de nuestra ciudad, país y planeta, y que es parte de unas de nuestras últimas misiones de antiguos usuarios de este mundo, entregar el mismo; si ya no se puede en mejores condiciones, por lo menos algo limpio y ajenos de virus y otras limitaciones a las próximas generaciones.
Al mediodía cuando en el informe diario de la pandemia, la Subsecretaria de Salud, nombró a Los Andes en esta nueva etapa de transición, se sintió una sentida exclamación de triunfo entre los andinos, porque a la hora de la verdad, son muchos los que con esmerada responsabilidad lucharon por llegar a este estado, que nos pone ya en línea a lograr nuevas y mejores posiciones en el objetivo de derrotar pronto la pandemia, objetivo máximo de esta lucha. Pero, en ese mismo momento de éxtasis pensé, que triste y desgarrador sería para nuestros niños y los ya enormemente sufridos viejos, que nuevamente por responsabilidad nuestra, tuviéramos que volver atrás, con la cabeza agachas y avergonzados a la cuarentena, por habernos farreado la oportunidad de seguir luchando por el bienestar de nosotros. Por eso, rápidamente escribí esta nota, como destinatario a todos ustedes, para que ahora más que nunca, con mucha responsabilidad, hagamos los mayores esfuerzos para cumplir con nuestras obligaciones sanitarias, y no defraudar a todos los habitantes de nuestra hermosa ciudad, que hoy han amanecido más esperanzado de volver y pasar de nuevo, los varios días de felicidad que antes vivíamos en el maravilloso Los Andes. Dios quiera que nunca más volvamos a la cuarentena, menos por obra nuestra.