Eugenio Astudillo Leal
Hace aproximadamente dos meses atrás, una noche de viernes de la segunda quincena del mes de febrero debí ser llevado por mí familia a la Urgencia del Hospital de Los Andes, ante una repentina infección derivada de una enfermedad crónica que desde hace un tiempo padezco, y que ese día me jugo una mala pasada.
Si bien es cierto me controlo en un CESFAM del sistema público, en donde siempre he recibido una mas que aceptable atención médica para ya mis recorridos años andinos, eran pocas mis experiencias en nosocomio local, más en época de pandemia como la de ahora, en donde todo el sistema de salud nacional se siente resentido y presionado por la cuantía de la emergencia que vivimos, y las constantes informaciones diaria que el Ministerio respectivo emite para información y tranquilidad de todos los chilenos.
Preocupado por la situación que me afectaba me preparé conscientemente de que seguramente me encontraría con un servicio lento y colapsado, cosa que no fue así, y no porque no hubiera una demanda superior en los requerimientos de servicios profesionales de salud, sino que, porque aparte de encontrar una infraestructura adecuada para nuestras necesidades médicas provinciales, la coordinación y preparación de los profesionales, especialistas y trabajadores anexos a los servicio hospitalarios, tienen una sobrada capacidad para atender las urgencias en cada uno de los grados que se presenten.
Dado el agravamiento de mi caso, debí ser hospitalizado, ser intervenido de urgencia, y posteriormente hasta ahora, acudir a sesiones de curación de heridas y otras atenciones de especialidad que me han permitido conocer más profundamente la labor de los trabajadores de este importante establecimiento de salud nuestro, y aquilatar con propiedad y conocimiento, la gran disposición, capacidad profesional y humana de estos grandes servidores públicos andinos.
Decidí escribir esta nota en reconocimiento a este gran grupo de trabajadores hospitalarios, porque en todo este tiempo de tratamiento para recuperar mi salud he ratificado con sus atenciones, la opinión que siempre he tenido de ellos, de sus servicios y su compromiso con la población andina, la que no solo se ve reflejada cuando uno tiene una emergencia como la mía, sino que todo el tiempo que ellos dedican a estar presente “al pie del cañón” para enfrentar las eventualidades nuestras, las que son atendidas de suceder, mucho más allá que un cumplimiento de deber, sino que con una dedicación y calidad de servicio, que hace más llevadera la ocasional emergencia o atención médica que uno necesita.
Gracias, amigos trabajadores del Hospital de Los Andes, muchos como yo los valoran por su entrega y por su profesionalismo, pero cometen el gran error de callarlo y no reconocerlo en público como se merecen. Es una suerte estar respaldado por un gran servicio de salud como todos ustedes.