Por: Eugenio Astudillo
Entre los años 1967 y 1969 el país sufrió lo que hasta hoy se conoce como la Gran Sequia del 1968, que tuvo déficit de lluvias desde un 75% en Santiago y un 100% en Copiapó. Posteriormente en la década de los noventa, nuevamente fuimos afectados por sequias entre los años 1990 – 1991, los años 1994 – 1997 y desde el año 1998 en adelante, salvo una o dos excepciones con registros pluviométricos cercanos a años normales, todo el resto de los años han sido con déficit en relación a lo que se denomina la pluviometría de año normal-
Lo complicado del caso es que las sequias se han hecho cada vez más extensa abarcando en cada oportunidad más regiones, como la actual que afecta a más de la mitad del país.
Antes de la Gran Sequia del 1968, las estadística registran 5 sequias más desde el 1924 en adelante, año en que también el país sufrió una extensa sequía que afectó a cinco regiones, seguida por otra grandes el año 1955 que afectó a 7 de las actuales regiones. Así y todo, con este montón de experiencias de poca agua, casi nada se ha hecho para enfrentar estos flagelos adecuadamente, y hoy nos encontramos nuevamente frente a la actual escases hídrica, con un montón de problemas sin resolver.
En cada período de sequías los gobiernos de turno de alguna forma enfrentaron los problemas con medidas mediáticas de acuerdo a la época y al desarrollo. En la actualidad se hace lo mismo, con el agravante de que hoy existe en el país más agricultura, más minería, somos más los habitantes, son más las ciudades y pueblos, y en general, son muchas más las bocas humanas y animales que necesitan agua, y dadas las circunstancias y los tiempos, ya no estamos en época de lamentarnos de su presencia, sino que prepararnos responsablemente para enfrentarla, y no alarmarnos con vanos griteríos.
De partida se debe ser claro en el diagnóstico: La falta de agua afectará nuestras vidas, nuestro entorno, nuestra ciudad, nuestras costumbres, etc. Nuestro verano ya no será el mismo en la ciudad y comuna, por lo cual debemos desde ya tomar conciencia de que habrá que adoptar medidas especiales para racionar, conservar y reutilizar el agua. Esto no es alarmista, sino un razonamiento prevencioncita, ya que se debe comenzar desde ya a cambiar las rutinas respecto al uso del agua, entre las cuales está el tiempo y frecuencia de las duchas de higiene, el uso de los estanques del W.C., el uso o no de las piscinas hogareñas, el reutilizar agua del lavado de ropa y platos para regar las plantas, los árboles, los patios, etc. , y acostumbrarse a pasar paños húmedos en los automóviles, y por sobretodo adecuarnos por un tiempo a ver todo seco y polvoriento.
El ser humano es un animal de costumbre, y todo lo podemos sobre llevar, pero, las costumbres se practican y se asimilan, no son solo declaraciones de principios, sino que son valores que deben adecuarse y practicarlos, Esto es igual que el juramento de amor, no solo se declara, se hace, se conserva y se practica.
Es bueno que desde ya la población andina vaya tomando conciencia de que se nos vienen tiempos difíciles, no solo este año, sino que los próximos si el clima sigue así. Por lo cual es muy recomendable que desde hoy, juntemos a la familia, al barrio, los amigos, a los alumnos en los colegios, etc., y nos organicemos para enfrentar racionalmente el problema de la sequía y como nos afectará. En esto no se olviden de incluir además la prevención de incendios, ya que también el agua va escasear hasta para apagar el fuego.
Seamos buenos previsores y sigamos viviendo en una ciudad limpia y bonita. De nosotros depende ser buenos ciudadanos y colaboradores en esta desastrosa emergencia que vive el país. Algunos le llaman a esta calamidad actual el Terremoto Blanco, y es terremoto, con la diferencia que ahora no se nos van a caer las cosas, paro si se secaran y se nos pueden derrumbar, como país, muchas cosas en las cuales hemos avanzado bien, si no nos cuidamos todos.
Ojalá las autoridades locales, según nuestra realidad climática, nos organicen y preparen para enfrentar esta calamidad en racional buena forma, haciendo publicaciones, volantes y/o, otras campañas publicitarias que nos ayuden y preparen a vivir esta crisis hídrica.