Adiós, amigo, adiós

Adiós, amigo, adiós

- en Columnistas
1944
Arturo Sandoval

(Homenaje póstumo a Oscar Arturo Sandoval Rojas, en su misa de funeral)

En este día, en que las nubes del cielo se han apartado para darnos esa luz que diste en tus obras, nos congregamos conmovidos para despedirte como al amigo y compañero de curso en el Instituto Chacabuco de los Hermanos Maristas de Los Andes, que nos honró y distinguió con su presencia en la tierra y con la amistad generosa que nos brindó.

Arturo, desde su época de estudiante primario, fue una persona que se prodigaba a sus compañeros. Entre otras remembranzas ya lejanas, lo recuerdo, cuando en 1956, hicimos la Primera Comunión en la Capilla del Antiguo Monasterio Carmelita del Espíritu Santo en esta ciudad. En ese entonces, éramos alumnos del Colegio Manuel Rodríguez. Posteriormente, volvimos a ser compañeros en el Chacabuco. Ya en Sexto Año de Humanidades, fuimos de gira de estudio hasta Punta Arenas, en un largo viaje que con diversas etapas, nos llevó a conocer las bellezas de nuestro sur.

Por esos años, Arturo, era un admirador fanático de Violeta Parra y de su tremendo trabajo en el folclor. Acudíamos a él, cuando debíamos preparar trabajos para presentar en Artes Plásticas. Siempre, nos ayudaba. Su oficio y arte de incipiente maestro, daban el toque preciso a nuestros precarios trabajos con lo que lográbamos –a veces- una nota positiva.

Por otra parte, Arturo Sandoval, recibió gran parte de su conocimiento y práctica de las Bellas Artes, de su maestro el Hermano José Antonio Muguerza. Probablemente, también, la sensibilidad artística suya que, a no dudarlo era innata, se haya visto estimulada tanto por haber nacido y habitado en este valle andino, orlado por la cordillera majestuosa y sus verdes campos. Así mismo, en algo debe haber contribuido ese hermoso viaje al sur de Chile en que recorrimos lugares de impecable belleza. ¡Nada más didáctico para un artista que contemplar la hermosura natural de la obra del Señor!

Arturo, desplegó y mostró su arte en varias exposiciones. En algunas tuve la suerte de participar invitado por él. En una oportunidad, habiéndolo recibido en mi casa, tuvo la bondad de obsequiarme una hermosa acuarela enmarcada que hoy adorna mi hogar.

Tal vez, mis expresiones, hieran su modestia. Como todos los grandes, era una persona modesta. No le gustaban las alabanzas. Le gustaba la palabra franca y leal, clara y directa.

Habiendo debido exponer sobre la Historia de los Religiosos Asuncionistas en Los Andes, no dudó un instante en facilitarme una serie de fotografías que había tomado de la Iglesia de la Asunción, luego del terremoto del 3 de marzo de 1985. En vida, como muchos de nosotros, había mantenido una gran amistad con esos religiosos franceses. Luego, cuando esa congregación dejó esta ciudad, el mismo día del sismo, horas antes del terremoto, Arturo hizo tales fotos que significan un gran aporte para nuestra Historia local.

En estos aspectos de recopilación histórica, coincidíamos, ya que así como él coleccionó la revista Ecran, por mi parte lo hice con Zig-Zag y otras. Con Arturo se podía conversar horas y horas sobre arte y cultura, en general o de nuestros recuerdos de colegio, gratos y amenos. Era hombre muy culto que, mediante la palabra, sin alarde, pero con vocación de maestro, prodigaba conocimiento.

Nuestro querido compañero, fue un gran hombre, al que la Ilustre Municipalidad de Los Andes distinguió como Andino Destacado. Fue un tremendo artista, y mejor amigo al que, tal vez, nosotros no le entregamos la misma cantidad de afecto que él nos entregó. Pienso, a veces, que probablemente, estuvo muchas veces demasiado solo. Tal vez, consecuencia de una vida actual que, con sus múltiples compromisos, dificulta el contacto personal directo. Por ello, cuando se le visitaba o se le invitaba, uno era abrumado de afecto que sabíamos era una muestra muy sincera de ese cariño cristiano que era capaz de dar sin requerir nada a cambio.

Nuestra ciudad, fue distinguida con su obra. En 2002, pintó los doce apóstoles en las hornacinas que rodean el altar mayor del templo pasionista andino. Para este mismo templo hizo un hermoso Cristo, de gran formato, que se debe a su pincel. De igual manera, el Museo del Antiguo Monasterio del Espíritu Santo de Los Andes, recibió la donación de una pintura que representa a Santa Teresita de Los Andes como una joven en medio del valle de Los Andes, pleno de campos y montañas.

En fin, me he tomado la libertad de asumir la representación del Centro de Exalumnos Maristas del Instituto Chacabuco, y de varios de sus amigos y compañeros de curso. Mucho podríamos hablar de este gran hombre que ha partido al encuentro con el Padre Celestial y al de sus padres que le dieron la vida y a quienes tanto amó.

Gracias, amigos.

Por: René E. León Gallardo

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