Por: Hno. Ángel Gutiérrez Gonzalo
Como ayer fue primer domingo de Adviento, ciclo “A”, hoy comparto con ustedes, estimados lectores, la siguiente reflexión:
El Adviento es un tiempo oportuno y privilegiado para la oración, un tiempo apropiado para contemplar esta gran verdad: Alguien infinito, Dios, nace para convivir al lado de los hombres y compartir su humanidad.
Adviento es camino.
Un camino personal y colectivo que deja atrás la guerra y abraza la paz; que supera el odio y se abre al amor. Adviento es el camino que va del egoísmo a la entrega generosa; que va de la oscuridad del pecado a la luz de la virtud. Adviento es un camino que lleva a Dios hecho hombre en Jesús de Nazaret.
Adviento es esperanza.
Desde que Dios se hizo hombre en Jesús de Nazaret, la transformación del hombre y del mundo es posible. La vida del hombre adquiere un profundo sentido a la luz del misterio de la Encarnación. Si Dios se ha acercado al hombre, en Jesús, a través de este mismo Jesús, los humanos podemos llegar a Dios.
Adviento es vigilancia.
Vigilancia del que se da cuenta del significado del momento que vive: vigilancia del que sabe leer e interpretar con clarividencia los nuevos signos de los tiempos; vigilancia del que sabe ser realista y critico para conocer sus males y sus actividades egoístas y emprender decididamente un camino de conversión, de cambio radical de mentalidad y de vida.
En el Adviento esperamos un Salvador que ya está en medio de nosostros, pero que quizá aún no lo hayamos descubierto. La actitud de espera implica siempre una actitud humilde.
El Adviento cristiano no es una actitud de espera pasiva, sino activa. El profeta Isaías dice: “Preparad el camino del Señor” (Is. 40,3). Él llega para salvarnos. La salvación es obra de Dios y a la vez obra nuestra. Dios, sin nosotros, no puede llegar a nosostros. Quien prepara el camino de llegada no es Él, sino nosotros.
Toda nuestra vida puede considerarse como un largo Adviento que desembocará en un encuentro gozoso y definitivo con el Señor. En este tiempo de Adviento repitamos frecuente y confiadamente: Ven, Señor Jesús.