Agresiones a la lengua española (O, desprecios, desafectos, etc.)

Agresiones a la lengua española (O, desprecios, desafectos, etc.)

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Por: Antonio de Pedro Marquina

La frivolidad informativa y la falta de autoridad para exigir respeto a la dignidad y
belleza de nuestra lengua común, está causando daños sensibles al patrimonio cultural
español, y a la convivencia y el respeto mutuo entre las distintas regiones.
En el espacio “Laboratorio del lenguaje” de la Revista médica de este mes de febrero
acabo de leer un artículo, que me parece admirable del firmante: José I. de Arana, donde
analiza con maestría vocablos de nuestra Lengua española, la diferencia entre fama y
popularidad, prez y baldón, que como él dice: parecen salidos de libros de caballería.
Se podrían añadir otros como, honor, lealtad, pudor etc. que tienen un significado
tan preciso como definitorio de la categoría moral de las personas, y forman parte de
nuestro tesoro patrimonial.
Un tesoro vulnerable, por la ignorancia de gentes con bajo nivel cultural y moral
que ostentan cargos públicos y utilizan el lenguaje como arma destructora de valores
permanentes, sin responsabilidad pública alguna. Lo que denota una falta de autoridad
preocupante.
Ningún acto humano es neutro en sus consecuencias. O inclina al bien o al mal. O
favorece la convivencia o fomenta enfrentamientos. De ahí, la responsabilidad de todo
acto humano ante la justicia tanto humana, como divina. Por algo, todos los pueblos
del mundo se dan normas de obligado cumplimiento, que tienen su razón de ser, en la
obligación de proteger la seguridad y la paz, garantizando el orden imprescindible para
todo progreso social, político, profesional etc.
Las lenguas, sean locales o universales, son sagradas. Solo los hombres, entre todos los
seres vivientes, poseen este don. Y solo los hombres que se creen dioses, son capaces,
después de clamar ¡libertad! ¡libertad!, de prohibirla con fines inconfesables. Hemos
llegado al extremo de conseguir que la propia lengua sea, entre los españoles, causa de
desunión. Por este camino nos vamos a convertir en un ejemplo de cómo destruirnos
a nosotros mismos más democráticamente y con más eficacia.
La sociedad actual está olvidando, valores éticos y morales, que son fruto de la experiencia
de siglos. Sin el freno cultural y religioso del respeto mutuo, prevalecerá la ley
del más fuerte, que dará lugar al ambiente propicio para el desarrollo de los instintos y
pasiones de la parte animal de nuestra condición humana. Por estos caminos, ¿seremos
capaces de construir sociedades felices?

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