Por: Nicole Chaigneau, psicóloga y docente Facultad de Psicología U. San Sebastián
Cuando uno de nuestros seres queridos es diagnosticado con Alzheimer, la familia vive un proceso desgarrador, básicamente porque se van dando cuenta que pierden paulatinamente al ser querido que siempre conocieron de una determinada manera.
A los problemas de memoria que sus familiares comienzan a percibir como preocupantes, se van sumando cambios en la personalidad, donde la persona se va volviendo más retraída e inestable emocionalmente.
Para todo el entorno se trata de un proceso progresivo en que deben aprender a vivir con la enfermedad, reconocerla y aceptarla a medida que avanza y su ser querido cambia completamente su vida. Ya sea que el ser querido permanezca en la casa con sus familiares o sea internado, requiere de una nueva perspectiva en que se ajusten los tiempos de dedicación y se siga manifestando el amor y se reconstruyan de una nueva forma los lazos afectivos.
Muchas veces también requerirán ayuda profesional para enfrentar estos cambios y en todos los casos la existencia de redes de apoyo será fundamental para sentirse acogidos y acompañados.
Al vivir este proceso, ¿qué medidas concretas deben entender y aplicar quienes acompañen a un familiar con Alzheimer? Primero informarse lo más posible acerca de la enfermedad y sus tratamientos. Aclarar las dudas disipa los temores y permite una mayor sensación de control cuando se sabe qué es lo que tendrán que ir enfrentando a medida que pasa el tiempo. Hay que tener en cuenta que la incertidumbre aumenta la sensación de descontrol y de temor.
Lo segundo es buscar redes de apoyo dentro y fuera de la familia, lo que puede implicar contactarse con una agrupación o con otras personas que estén viviendo el proceso o lo hayan vivido previamente. Y en seguida planificar acciones concretas que permitan mantener lo más adecuadamente posible la calidad de vida del enfermo y de sus familiares cercanos.
En todo este proceso es fundamental trabajar la paciencia y la tolerancia porque la enfermedad generalmente conlleva períodos de gran irritabilidad y las personas a su alrededor pueden manifestarse muy confusas frente a todos los cambios de su ser querido enfermo, reaccionando desde la rabia o la tristeza.
También es importante asesorarse en este proceso para responder lo mejor posible a sus necesidades concretas, como la alimentación, la higiene, la comida y el sueño. Las personas con Alzheimer tienden a comportarse de maneras que son consideradas extrañas pero que son parte de la enfermedad, como el vagabundear, esconder cosas, revolver cajones, realizar acciones repetitivas, etc. Todas ella requieren del manejo del cuidador, quien debe asesorarse para poder entregar las soluciones más adecuadas a la realidad del enfermo.
Todo esto ocurre en un contexto en que no se debe perder de vista la dignidad de quien padece la enfermedad y sus requerimientos de afecto siempre presentes. A su manera, el enfermo es capaz de percibir los cuidados de sus seres queridos le proporcionan y éstos pueden enlentecer el curso de la enfermedad.