Doscientos veintinueve años de existencia cumple hoy nuestra ciudad desde que el 31 de julio de 1791 fuera fundada por Ambrosio O’Higgins bajo el nombre de Villa Santa Rosa de Los Andes.
Lo siguiente es una breve biografía del fundador.
Ambrosio O’Higgins (1720-1801) era un comerciante de origen irlandés. Nació en Ballenary y hacia 1761 llegó a Chile como ingeniero para dirigir los trabajos de la fortificación de Valdivia. Ocupó numerosos cargos dentro de la administración española: comisario de guerra; coronel; intendente de Concepción, gobernador de Chile, virrey del Perú y marqués de Osorno. Es el mejor ejemplo de un hombre que representaba a su época, la del despotismo ilustrado. Contó con la aquiescencia de los dos ministros ilustrados de la Corona española, tanto del conde de Aranda como de Floridablanca, para emprender un número importante de reformas en Chile.
En los primeros años de su gobierno (que se prolongaría entre 1788 y 1796), O’Higgins centró su tarea en la elaboración de un plan que rentabilizara al máximo los recursos de la intendencia de Santiago, tanto para mejorar su producción agrícola como para que la economía urbana creciera. Reformó los bandos de policía de la ciudad para erradicar el juego, los vagos y mendigos, restringió los bailes y los cantos deshonestos y controló los impuestos sobre la venta de productos. En el conjunto global de su obra destaca la fundación de un buen número de ciudades. Así, en los territorios mineros del norte se fundaron Illapel, Combarbalá y Vallenar (1788); en el distrito del Aconcagua, una zona eminentemente agrícola, Santa Rosa de los Andes (1791); en la zona de Maipo, San José (1792); en la costa, el puerto de Nueva Bilbao (1794), la actual Constitución, cerca de la desembocadura del Maule; en la zona central, las villas de Linares (1794) y Parral (1795); y en 1796 se repobló Osorno. Valparaíso obtendría, ya en tiempos de Muñoz de Guzmán (1802), el título de ciudad.
Otra labor destacada fue la construcción de obras públicas. Ambrosio O’Higgins tuvo conciencia, a través de sus numerosos viajes por Chile, de las carencias que padecían las comunicaciones terrestres, de su mal estado y de la escasez de rutas. Hizo construir una carretera de Santiago a Valparaíso capaz de absorber el incremento de tránsito provocado por el aumento de las transacciones comerciales entre estas dos ciudades. Además, recorrió las provincias del norte con el ñn de conocer in situ las posibilidades de desarrollo económico y urbano de La Serena y Copiapó. Gracias a nuevas inversiones, continuó con la construcción del Palacio de la Moneda, edificio emblemático que se convertiría en uno de los mejores palacios de América.
En el ámbito de las reformas urbanas ordenó que se taparan las acequias de agua potable en la Alameda y se construyeran aceras en las principales calles. Previno las crecidas del Mapocho con la colocación de tajamares de cal y ladrillo, medida que supuso una auténtica innovación.
En el plano económico se creó el Tribunal del Consulado de Comercio —el tercero en América, después del de México y Lima—, reivindicación persistente de los comerciantes al fin satisfecha y que sería clave para el crecimiento de la economía chilena. Esta institución cumplía una doble función: de juzgado y de organismo para el fomento de las transacciones comerciales, agrícolas e industriales.
La exitosa carrera política de don Ambrosio O’Higgins como gobernador de Chile (el mejor que tuvo el país durante el siglo XVIIl) determinó que lo nombraran virrey del Perú (1795), barón de Ballenary y marqués de Osorno. Pero, como virrey, no pudo impedir el éxito de la insurrección de Francisco de Miranda, lo que le hizo caer en descrédito en la Corte española. En 1800 tuvo que dejar su cargo y al año siguiente falleció. De su relación amorosa con una joven de la sociedad chilena, doña Isabel Riquelme, nació Bernardo O’Higgins Riquelme, el futuro libertador de Chile.