Aportes al necesario enfoque familiar en la política pública

Aportes al necesario enfoque familiar en la política pública

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Por: Dr. Sergio Bernales M., Instituto Chileno de Terapia Familiar

El cambio de nombre del Ministerio de Desarrollo Social a Ministerio de Familia y Desarrollo Social, nos entrega grandes perspectivas pues, amplía la atención de personas individuales a aquella organización donadora de vínculos afectivos primarios y que conocemos como familia.

Se espera, por tanto, que las prestaciones ligadas a aquellas familias vulnerables socialmente, modifiquen la atención fragmentada en muchos de los programas que actualmente derivan en multiplicación de quehaceres e innecesaria burocratización.

Para que el cambio sea efectivo, es necesario priorizar la gestión de casos individuales por evaluaciones, considerando además la totalidad de sus miembros, es decir, la familia como una organización sistémica.

Algunas sugerencias desde nuestra perspectiva son:

a) Que existan códigos que cubran el valor de las prestaciones familiares en los programas que las brindan.

b) Que exista una formación continua de los profesionales y técnicos que estarán a cargo de estas prestaciones (educadores, trabajadores sociales, terapeutas ocupacionales, psicólogos y médicos).

c) Que se evite la excesiva judicialización.

d) Que dialoguen los diferentes programas de intervención entre sí, entendiendo que operan con lógicas diferentes no sencillas de articular, y a la vez, con objetivos comunes.

Desde nuestra experiencia, el Instituto Chileno de Terapia Familiar, propone ciertas soluciones:

1. Las familias traen un mundo singular consigo, los profesionales que los atienden también el suyo. Es algo que obliga a preguntarnos ¿Cuál es el punto de intersección entre el que toca la puerta, con un problema y el que la abrió, con uno que el otro no ve, sin considerar lo que ha escuchado?

Es por eso que la empatía cobra importancia a la hora de preguntar, considerando la singularidad de cada cual para acordar con ellos la demanda, reconocer los recursos que hasta entonces han empleado, los que junto a otras observaciones específicas son necesarias de aprender y practicar.

2. Como existen diferentes niveles necesarios de ensamblar, se debe tomar en cuenta también ¿cómo aparece la bisagra entre estos niveles?, ¿cuáles son estas bisagras para que enlacen distintas lógicas que incluyen el sistema familiar, de salud, educacional, la comunidad, y demasiadas veces, el sistema judicial?

Es por ello que es imprescindible una mirada dialogante entre familia, red y los diferentes programas con los recursos profesionales y económicos para llevarlos a cabo.

3. Demasiadas estrategias fallan a la hora de su implementación, porque suelen ser lentas y abarcan tiempos que exceden a los periodos de gobierno.

Al haber establecido una comisión transversal referente a la infancia, piedra angular de cualquier política que incluya familia, se debe plantear un criterio de eficacia que se pronuncie de acuerdo a las recomendaciones anteriores.

Las preguntas esta vez son, ¿cómo sabemos que vamos en la dirección correcta?, ¿qué algoritmos nos conducen de un modo heurístico a la meta planteada?

La necesidad de un profesional que sepa situarse en contextos sociales específicos y en las relaciones que allí se dan para efectuar la reflexión correspondiente, es inherente.

Las personas que trabajan en estos contextos, saben de la alta rotación que existe en este tipo de labor y el desgaste y frustración que conlleva.

Como reflexión final, los que diseñan las estrategias en una meseta sin contemplar el diálogo con los que trabajan en terrenos más pantanosos y no recogen ni reconocen su experiencia, o aquellos que no escuchan las voces de las familias, más veces fiscalizadas y poco partícipes de las soluciones, pueden equivocarse. Esta es la base para entender por qué falla la relación entre buenas estrategias y malas implementaciones.

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