Por: Felipe Briones, Psicólogo
Hace ya varios meses se dio a conocer en un diario de circulación nacional un estudio realizado por la universidad Alice Salomón en Alemania que establecía que los niños al menos debían experimentar unas 15 mil horas de juego en su trayecto a al séptimo año de vida. En este mismo estudio, la compatriota y profesora Ilian García mencionaba que existía un déficit de al menos 6 mil horas en nuestra realidad nacional. Las causas como lo explicaba en esa oportunidad la profesional obedecen principalmente “al resultado de una sociedad muy competitiva, centrada en las estadísticas, donde hay un énfasis en lo puramente cognitivo, en la entrega de contenidos y en escolarizar a los niños desde que son muy pequeños”.
Efectivamente nuestros niños juegan poco y a propósito de que ya se acerca el final del primer periodo escolar de este año y con ello el merecido descanso de los más pequeños de la casa, es necesario abordar la temática desde otra perspectiva y con algunos matices.
No son pocas las familias de nuestro valle que tienen poco acceso a disfrutar de panoramas donde los niños puedan jugar y disfrutar libremente. Muchos padres además, optan por no permitir el esparcimiento en el barrio a propósito de la sensación de inseguridad que se percibe y confinan a los menores al interior de sus casas en un ambiente controlado y seguro. En consecuencia, el hogar hoy para muchos papás se ha transformado en el espacio preferido para las actividades de ocio de los niños.
Aquí se instala una problemática en relación al juego. Este no solo se ve reducido en espacio, también en integrantes y posibilidades. Por otro lado, la aparición de la tecnología en el hogar induce experiencias individuales que afectan en la interacción familiar. No es desconocido que muchos papás hoy ofrecen como compañero de juego un tablet, un celular o un computador por sobre experiencias de conocimiento personal, descubrimiento o contacto con la naturaleza. ¡Es que no es fácil! reclaman muchos. El pensamiento adulto centrista competitivo muchas veces inhibe nuestra capacidad de recordar y revivir una nueva experiencia de juego con los niños. Esto se debe a que cuando se juega como adulto con un niño, es necesario dejar atrás los prejuicios y convenciones sociales para ser capaces de transformarnos en otro jugador más y así lograr la interacción con el niño a un nivel igual o superior en creatividad e imaginación. Es necesario que como adultos seamos capaces de inventar historias o crear personajes que ayuden a que todo el proceso del juego sea realmente fascinante y entretenido para los pequeños.
El hecho de jugar con nuestros hijos, trae innumerables beneficios psicológicos, basta con observar un segundo a los más pequeños de la casa para entender que a través de su juego establecen relaciones de confianza, aflora su parte afectiva más intima donde expresan pensamientos y sentimientos propios. Así mismo, el juego se transforma en una oportunidad valiosa, para que los padres establezcan un vínculo significativo con sus hijos y de esta forma los aprendan a conocer mejor.
Seguro lees esto y te excusas diciendo “no tengo tiempo” “no hay espacio”, no se trata de tiempo, se trata de la calidad del tiempo, no se trata de espacio, en la cabeza de un niño el espacio de juego es infinito. Lo que sucede es que efectivamente el estilo de vida actual propicia la sensación de “falta de” en los adultos y además muchos padres llegan agotados al final del día y se encuentran con un niño lleno de energía, ideas e invitaciones a mundos imaginarios difíciles de concebir al final de una extenuante jornada laboral, sucede que lo único que quiere el adulto es descansar. Es entendible desde esta perspectiva, pero no hay que olvidar, que esos momentos son preciosos y entrando los años no se vuelven a repetir con frecuencia, los hijos crecen y las oportunidades se pierden. Entonces, porque no regalarle 15 minutos diarios de calidad a tu hijo y adentrarse en un viaje mágico donde el resultado final será una relación de amor y confianza que seguro se mantendrá en el tiempo.
Ya conoces entonces los beneficios del juego, las vacaciones pueden ser el momento para acercarte a tu hijo, no necesitas tanto tiempo ni grandes espacios, solo necesitas dejar de ser adulto por un rato, tomar la mano de tu hijo y adentrarte en su mundo, los resultados te sorprenderán, solo falta que te animes. La invitación está hecha y seguro tus niños lo agradecerán.