Por: Víctor Cortés Zapata
Los días, los meses, los años se suceden cobrando mayor distancia cada vez . No se detiene el transcurrir del tiempo. A la derrota anímica inicial que causa la partida de un ser amado, con el cuasi aniquilamiento del alma, con sentimientos tronchados por la desventura y por la significación subjetiva que internalizamos de él, deviene un lento y gradual proceso biológico propio de los organismos vivos: la adaptabilidad, tanto a las condiciones del medio-ambiente como al contexto social y familiar en que nos desenvolvamos.
Hoy, todos los que fuimos tu familia, querido hijo, te recordamos, a catorce años de distancia, cuando, cayendo, te asomaste a mirar, eternamente, el mar en su majestuosidad azul de la costa de Canela, en perpetuo movimiento, de tonos suaves y agresivos, bañando corales de estéticas figuras rocosas, las que reciben y procesan la energía solar, haciendo así posible, junto al reino vegetal, la existencia de vida humana en nuestro planeta.
La emoción de tristeza y alegría, se mezclan al recordarte junto a tu bienamado Javier, a quien, imagino, tienes muy abrazado. Vamos caminando hacia el encuentro. Te amamos, querido Titito.