Por: Pedro Ávila, sociólogo
A partir del estallido social del 18 de octubre, hemos sido testigos de cómo nuestro país ha mostrado cambios culturales que se venían incubando desde hace largo tiempo. Lo que antes podía ser aceptado, ya no lo es. Lo que ayer parecía imposible, hoy es una realidad. Se ha corrido el cerco. Y con ello, una nueva forma de trato entre las autoridades y la ciudadanía, en donde la transparencia, es un elemento clave.
Así, las autoridades políticas que intenten mantener en las sombras sus posiciones frente a hechos relevantes, ya no calzan con la exigencia ciudadana de tener liderazgos con plena transparencia sobre sus actos. Menos aun, cuando nos acercamos al plebiscito del 25 de octubre. Que es uno de los momentos políticos más importantes de la historia de Chile.
Ante un proceso de esta envergadura, no es aceptable que la ciudadanía llegue a las urnas ignorando lo que piensa una autoridad política. Ya que la política, es básicamente la forma de organizar las relaciones humanas. Eso se hace a través de reglas escritas y, la madre de esas reglas es la constitución, en donde decidiremos cuántos derechos y de qué forma, estamos dispuestos a entregarle a la ciudadanía y cómo se repartirá el poder en la sociedad.
Por lo tanto, para que la ciudadanía pueda ejercer su sufragio en las próximas municipales, es ciertamente relevante que los ediles y concejales que van por la reelección, así como quienes presenten candidaturas, manifiesten abierta y públicamente, cuál es su postura frente a esta encrucijada. Los ciudadanos debemos saber cómo sueñan Chile las autoridades, si creen que necesitamos un nuevo pacto social o estamos bien con el actual, e incluso si prefieren una convención constituyente o una convención mixta para redactarla.
Los tiempos han cambiado y la ciudadanía exige más. Por lo que nadie que aspire a un cargo público, puede pretender llegar ahí o, mantenerse ahí, ocultando lo que piensa, escudándose en que el voto es secreto, o que deben mostrar imparcialidad. Chile vive tiempos excepcionales y, tanto las opciones del apruebo como del rechazo son igualmente legítimas. Lo que no lo es, al menos moralmente, es ocultarle a la ciudadanía respecto de qué es lo que creen, frente al momento constituyente más importante de la historia.