Por: Hno. Ángel Gutiérrez Gonzalo
El tema emocional es importante porque la emoción mueve la acción, unas veces mediante la comunicación no verbal. Un simple gesto o una mirada nos pueden situar sobre lo que pueden estar sintiendo los niños. También a través de respuestas fisiológicas, como hacerse pipi en la cama, transpirar, ponerse colorado, pueden ser algunos ejemplos, y otras veces a nivel cognitivo, como estar triste, sentirse alegre, estar celoso, estar muy nervioso, bajar el rendimiento escolar…
Los padres deben tener presente que cada persona vive la realidad y sus propias experiencias de una forma emocional diferente. Los niños pequeños, hasta los 7 u 8 años, tienen una vida afectiva cargada de emociones y suelen pasar de forma muy rápida de la sonrisa al llanto, o viceversa, cosa que a veces los adultos interpretamos como falta de autenticidad en sus sentimientos. Pensamos no tendría tanta pena cuando lloraba, por ejemplo, si ante otro hecho el llanto cesa casi de forma automática.
Por estos motivos es necesario reflexionar sobre el tema de las emociones y que los padres, también los educadores, ayuden a sus hijos a educarse emocionalmente. ¿Cómo hacerlo?
-Enseñándoles a identificar y nombrar los distintos sentimientos.
-Ayudándoles a darse cuenta de lo que están sintiendo y cuáles son los motivos que les hacen sentirse de esa manera.
-Compartiendo sentimientos. Hablar con ellos para que se sientan comprendidos y logren aceptarse y comprenderse así mismos. Para ello les ayudará, estimados papás, lo siguiente:
• Creer en sus hijos.
• Escucharles, poniéndose en su lugar.
• Establecer contacto corporal cálido, es decir, abrazar, besar, saberse cerca.
• Ser conscientes de que ustedes tienen sus emociones y los niños también tienen las suyas.
• Hacer frente a los impulsos emocionales de los niños y canalizarlos, no alejarlos.
Esto les irá acercando a una adecuada autorregulación de sus emociones, frente al descontrol de algunos niños ante situaciones de intensa emoción. Es importante que aprendan a anticipar posibles respuestas emocionales y cambiarlas, si hace falta, antes de pasar a la acción.
El diálogo y el buen ejemplo de los padres les ayudará a que caigan en la cuenta de lo que supone su conducta para los demás, de otras posibles alternativas y otros puntos de vista.
Finalmente, los padres deben impedir que su estado de ánimo sea el que decida cómo tratar a sus hijos.
¡Cuidado con sus propias emociones, papás!