Por: Eugenio Astudillo Leal, Contador
El 24 de Octubre de 1842, rodeado del mismo grupo familiar con el que había salido de Chile en su exilio voluntario el año 1823, con excepción de su señora madre fallecida en el año 1839, muere, casi al llegar el medio día, en su casa de calle Los Espaderos, en Lima, Perú, el padre de la patria, ex Director Supremo de la nación y ex General de Ejército don Bernardo O’Higgins Riquelme.
Nuestro Bernardo, en uno de los gestos de nobleza más grande, de entrega y amor a la naciente patria de entonces, renuncio a su cargo de Director Supremo, entre la presión de algunos a quienes se le habían limitados sus derechos aristocráticos y a otros, que como caballos desbocados, que querían hacerse su propia revolución, en una aún incipiente administración independentista.
Siempre, algunos, acostumbrados a echarle la culpa a que las cosas disciplinadas, con alturas de miras, transparentes, con sentido común y de bien público, son acciones propias de los opresores de derecha, habían culpado a O´Higgins de inmovilidad y otros cargos; no corruptos, que dificultaban el crecimiento y desarrollo de la patria. Por otro lado, la pérdida de algunos privilegios coloniales y propios de la clase pudientes, que añoraban al reinados de España, pusieron al inteligente mandatario en la encrucijada de perder todo lo logrado en los campos de batalla, o renunciar a su cargo, sin sangre ni revueltas, para dar otra forma al nuevo país. A casi 200 años de esa noble acción, aún seguimos con la misma cantinela de entonces, con la diferencia que ahora no hay muchos patriotas, sino que corruptos y compra políticos, y un mismo pueblo hambriento de transparencia y democracia.
Para no desvirtuar este pequeño homenaje al padre de la patria don Bernardo O´Higgins Riquelme, recordaré lo que Pablo Neruda escribió de él. Todos sabemos que nuestro poeta no era de derecha o militarista, pero supo reconocer sus virtudes. He aquí un fragmento de este gran poema, que antes lo enseñaban en la escuela.
O´HIGGINS, para celebrarte
a media luz hay que alumbrar la sala.
A media luz del sur en otoño
con temblor infinito de álamos.
Eres, O’Higgins, reloj invariable
con una sola hora en tu cándida esfera:
la hora de Chile, el único minuto
que permanece en el horario rojo
de la dignidad combatiente.
Te veo en el Perú escribiendo cartas.
No hay desterrado igual, mayor exilio.
Es toda la provincia desterrada.
Chile se iluminó como un salón
cuando no estabas. En derroche,
un rigodón de ricos substituye
tu disciplina de soldado ascético,
y la patria ganada por tu sangre
sin ti fue gobernada como un baile
que mira el pueblo hambriento desde fuera.
Si sueñas, hoy tu sueño está cumplido.
Suéñalo, por lo menos, en la tumba.
No sepas nada más porque, como antes,
después de las batallas victoriosas,
bailan los señoritos en palacio
y el mismo rostro hambriento
mira desde la sombra de las calles.
Pero hemos heredado tu firmeza,
tu inalterable corazón callado,
tu indestructible posición paterna,
y tú, entre la avalancha cegadora
de húsares del pasado, entre los ágiles
uniformes azules y dorados,
estás hoy con nosotros, eres nuestro,
padre del pueblo, inmutable soldado.
Fragmento de este poema de Bernardo O´Higgins fue musicalizado por don Vicente Bainchi, actual premio nacional de música, y grabado para el sello Odeón, (Año 1958)