Por: Hno. Ángel Gutiérrez Gonzalo
Finalizado un mes del inicio del Año Escolar 2016, saludo con cariño a todos los profesores de esta querida ciudad y de la Quinta Región. Les deseo un feliz y fecundo año, y que se realicen plenamente en el ejercicio de su magnífica e importante vocación de educadores.
Les invito a leer, reflexionar y cumplir las siguientes BIENAVENTURANZAS.
– Bienaventurado el profesor que, aun a riesgo de no ser entendido, insiste en su tarea: el tiempo dará su fruto.
– Bienaventurado el profesor que, aun sabiendo, pone su sabiduría en las manos de Dios: llegará al fondo de muchas cuestiones.
– Bienaventurado el profesor que entiende su trabajo como una vocación: será una fuente inagotable.
– Bienaventurado el profesor que, además de promover la cultura, llena de valores las mentes de sus alumnos: será forjador de la futura sociedad.
– Bienaventurado el profesor que, en sus ratos libres, acude a la contemplación y a la oración: se llenará de paz y serenidad.
– Bienaventurado el profesor que confía en las posibilidades de sus alumnos: se realizará vaciándose en ellos.
– Bienaventurado el profesor que se actualiza y no se queda desfasado: comprobará que las materias son las mismas pero, las formas, es bueno actualizarlas.
– Bienaventurado el profesor que comparte lo bueno y lo malo con sus compañeros: no se sentirá sólo en la difícil tarea de educar.
– Bienaventurado el profesor que, más allá de sus calificaciones, mira a sus alumnos con una sonrisa y comprensión: la empatía será una consecuencia.
– Bienaventurado el profesor que disfruta dando lo que tiene: será rico por lo que supo dar y como lo dio.
– Bienaventurado el profesor que vive y disfruta sembrando: otros recogerán lo que él sembró.
– Bienaventurado el profesor que se vacía de sí mismo para llenar el alma, la mente y el corazón de sus alumnos: su esencia permanecerá en las futuras generaciones.
– Bienaventurado el profesor que se muestra tal y como es: sus alumnos le recompensarán con la misma medida.
– Bienaventurado el profesor que, estando con los pies en la tierra, no olvida a Dios que habita en el cielo: no le faltarán nunca fuerzas para seguir educando hombres y mujeres que vivan volcados, no solamente para sí mismos, sino orientadoshacia el bien de los demás.