Por: Arturo Barrera Miranda, profesor Escuela de Ingeniería en Agronegocios Universidad Central
En los tiempos de la economía del conocimiento, no hay crecimiento económico ni desarrollo sin el incremento de las tasas de innovación por parte de las empresas. La innovación desplaza la frontera de posibilidades de la economía y es el camino para aumentar la productividad de los distintos factores de producción. Es la mejor manera en que los países fortalecen o construyen sus ventajas competitivas y enfrentan los desafíos del presente y del futuro.
A la luz del cambio climático, que se manifiesta cada vez con más rigor, es impensable enfrentar sus impactos sin ampliar e intensificar significativamente los procesos de innovación en todos sus ámbitos.
El cambio climático es uno de los procesos más determinantes en los espacios de desarrollo de las actividades agropecuarias. Les está imponiendo nuevas condiciones y, al mismo tiempo, está abriendo inéditas oportunidades de negocios en el ámbito de los servicios y productos de apoyo a la adaptación y mitigación. Ello en el entendido que, entre otras cosas, el cambio climático no impactará de la misma manera e intensidad a los distintos territorios, rubros y segmentos productivos.
Actualmente está en marcha un “Plan de Adaptación al Cambio Climático del Sector Agropecuario”, en el cual una parte importante de sus acciones propuestas representan innovaciones significativas. Las distintas instituciones del Ministerio de Agricultura en el contexto de este Plan han estado llevando a cabo diferentes iniciativas.
Hay dos ámbitos muy relevantes de acción y de innovación para la adaptación al cambio climático: el manejo del agua y el mejoramiento genético. En relación con el primero, el desafío no consiste solo en cómo ocupar mejor aguas provenientes de reciclados o el agua del mar, o de ampliar la superficie de riego por goteo o por aspersión, sino también en cómo se amplía el uso de sensores y de la agricultura de precisión para utilizar mejor esos tipos de riego en el marco de estrategias eficientes para enfrentar déficits hídricos que cada vez serán más frecuentes.
Respecto del segundo, además de determinar cómo se utilizan las últimas tecnologías de mejoramiento genético, más precisas y que pueden generar resultados en menos tiempo, la tarea en campo es propender al uso de las nuevas variedades de cultivos, forrajeras o frutales que requieren de nuevos protocolos tecnológicos; en varios aspectos es como empezar de nuevo.
Pero afrontar de buena forma el cambio climático exige también incorporar más intensamente innovaciones institucionales a nivel de los organismos públicos y de las entidades gremiales de los productores, entre otros actores. Estas innovaciones se debieran dar, al menos, en el ámbito de la coordinación del trabajo intragubernamental, de la articulación público privada y de los instrumentos de financiamiento concursables para fortalecer la I + D + i sectorial.
La forma e intensidad en que las innovaciones se utilicen para enfrentar el cambio climático, así como sus impactos, reconfigurarán la manera de hacer agricultura en el mundo y en Chile. La conducta de las empresas, independiente de su tamaño; la agilidad y magnitud de la política pública; y las prácticas cotidianas de los distintos actores de la sociedad para abordar este desafío sectorial y nacional son muy relevantes en tal reconfiguración.