Por: Michel Faure, presidente Asociación de OTIC
Es lamentable que la ley que “moderniza el sistema de Relaciones Laborales” más conocida como reforma laboral, que contempla una serie de mecanismos que suponen tienden a emparejar la cancha entre empresarios y trabajadores, prescinda de una demanda básica para lograr ese objetivo. Avanzar en un plan de capacitación efectivo.
De hecho, sólo se preocupa de la capacitación extendiendo las horas de trabajo sindical para los dirigentes en concepto de formación sindical.
De acuerdo a las cifras de la encuesta de empleo INE, del total de personas activas (8.5 millones), un 20% no terminó la educación escolar y un 66% no tiene ningún tipo de educación superior. Estamos hablando de cerca de 5.6 millones de trabajadores que tienen escasa preparación para un mercado laboral cada vez más sofisticado.
En los inactivos el problema es más grave, de los 4.4 millones en esta condición un 77% no ha terminado la educación secundaria. Y acá nos encontramos con una de las principales falencias de la política de capacitación en Chile, que se centra en los sectores activos como principales beneficiarios de los programas.
Asimismo, y por otra parte, claramente y sin eufemismos la elevación del capital humano es una condición necesaria para que Chile pueda aspirar al desarrollo y a la reducción de la desigualdad. El país no logrará estas metas si la mitad de los remunerados de tiempo completo gana menos de 500 dólares mensuales, situación que entre otras causas refleja el déficit de competencias laborales en la fuerza de trabajo.
La mayor parte de los países desarrollados están implementando sistemas de formación continua de competencias laborales para enfrentar los desafíos de la cambiante demanda por trabajo derivada de la globalización y el cambio tecnológico, así como para posibilitar que sus trabajadores emprendan trayectorias laborales ascendentes a lo largo del ciclo de vida. Estos desafíos son plenamente atingentes para Chile, especialmente si se considera que la fuerza de trabajo tiene falencias importantes en las competencias generales de base derivadas de un sistema educacional deficitario.
En nuestro país, no hay vasos comunicantes a nivel institucional o curricular entre la educación media técnica profesional y las carreras técnicas o profesionales del nivel superior, así como entre instituciones de enseñanza superior. No existe, de esta forma un sistema de formación técnico profesional que facilite trayectorias progresivas entre las modalidades y niveles formativos existentes. Tampoco ha habido mayor vínculo entre el sistema de capacitación y el sistema educacional que facilite la construcción de trayectorias laborales por parte de los trabajadores.
Insisto, es realmente lamentable que la ley que “moderniza el sistema de Relaciones Laborales” más conocida como reforma laboral, que contempla mecanismos que suponen tienden a emparejar la cancha entre empresarios y trabajadores, prescinda de un tema tan relevante como la capacitación. Debemos contar con el respaldo de las autoridades del sector, diversificar la oferta para dar cabida a las múltiples demandas y necesidades por formación profesional, garantizar la calidad en la formación, y contribuir al financiamiento de los usuarios de menores recursos. Con la suma de estos componentes, y tras medio siglo de iniciativas, poco a poco se comenzará a dejar atrás la verdadera inequidad en el marco de la capacitación y educación en Chile.
Si queremos avanzar en la modernización de las relaciones laborales, debemos ser capaces de entregar herramientas efectivas que permitan mejorar los ingresos de los trabajadores y a los inactivos darle la oportunidad que se capaciten, para insertarse en un mundo laboral cada vez más exigente.