Subsidio preparado especialmente para que la familia pueda celebrar en su hogar. (De la Diócesis de San Felipe de Aconcagua)
Por: Pbro. Cristóbal Miranda Vilches
Maestro de las Celebraciones Litúrgicas
A nuestros queridos hermanos y hermanas en la fe: Las circunstancias sanitarias que vivimos en todo el mundo nos han obligado a celebrar estos días santos de un modo completamente distinto. Fuera de nuestra experiencia comunitaria nos vemos en la necesidad de celebrar la Semana Santa de una manera particular, sin vernos, pero conscientes que la fe nos hace sentirnos más hermanos que nunca.
Queremos poner en sus manos estos subsidios para que en familia o de manera personal puedan celebrar estos días tan importantes como es el centro de nuestra fe, conmemorando la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.
La Semana Santa es para el Pueblo creyente un tiempo de reflexión y de fiesta. Es por eso que, aunque las celebraciones litúrgicas no las vivamos en comunidad, se hace imperante que todos nosotros podamos de alguna manera vivir estos misterios desde las condiciones en que cada uno se encuentra.
Los queremos invitar a que, con fe, nos demos el tiempo para celebrar estos días con un corazón bien dispuesto uniéndonos a todo el mundo, especialmente a los países que durante estos días se han visto más afectados por esta pandemia. Pero al mismo tiempo que todos nos sintamos más unidos que nunca en la oración y en la misma fe que profesamos.
A todos les deseamos que estos días sean provechosos, que podamos alimentar nuestra fe y replantearnos nuestra forma de vivirla. Unidos en una misma fe, en una misma esperanza y en una misma caridad, esperamos que pronto nos podamos ver y darnos como hermanos el saludo de la paz.
Jesús se acerca a Jerusalén, acompañado de sus discípulos y de la multitud que lo seguía. En estos momentos queremos pedirle al Señor que entre a nuestra Jerusalén, que es nuestro propio corazón, qué es nuestra propia familia, que es nuestra sociedad, que es nuestro mundo.
Necesitamos recuperar la esperanza no sólo en el Señor, sino también en nosotros mismos, de sentirnos siempre salvados y animados por Jesús que quiere entrar en nuestra vida.