Por Jaime Lepe Reyes
Vivimos en un país polémico, en el que su pueblo, ha dado un paso decisivo, angustiado y cansado de soportar desde hace varias décadas una serie de problemas que no halla cómo zanjar. Un camino que se ha vuelto tortuoso y que tiene en ascuas a la sociedad en contra del gobierno actual al cual atribuye todos los males que afectan en, no pequeña medida, a la nación.
¡Qué se puede hacer por la gran mayoría de los ciudadanos que a duras penas se mantienen para vivir! Nadie puede negarlo, pero es la dura y más triste realidad. Solos, en medio de la fortuna material de los políticos y de la riqueza de los que felizmente más tiene, son miles de ciudadanos especialmente pensionados, que se sienten desolados, defraudados y vacíos, tras llevar una existencia, dedicada al trabajo y esfuerzo laboral, sirviendo con voluntad y espíritu de lucha al bienestar y desarrollo del país.
Por esto y mucho más son tantas las necesidades que debe afrontar el país, en cuanto a la salud, educación, salarios, desigualdades sociales, etc., situación que mueve a reflexionar. Chile está en crisis. ¿Cómo mejorarlo? ¿Cómo impedir los colapsos las contiendas fratricidas que los caracteriza? ¿Cómo lograr la paz, la justicia, la armonía, la comprensión, la fraternidad sobre las cuales tanto se predica y cuya práctica de pronto se desdibuja y pareciera ya no retornar?.
¿Cómo reemprender y renovar las nobles aspiraciones e inquietudes que tanto necesita y con urgencia asentar el país? Está visto que las propuestas y promesas de cuantos las sustentan y emiten con contenido político, no han sido capaces y efectivos para ahogar la violencia en el alma nacional.
Sin embargo, este es el momento para persistir sin dejar de mirar hacia adelante, pues se ha dado un paso histórico que impone desafíos sociales y políticos al país, en razón de la legitima libertad de discrepancias que, en rigor, es la que le dan sentido y enriquecen la democracia; y ahora más que nunca, dentro de un marco apropiado, eso sí, para el debido desarrollo social y económico de Chile.
Es vital entonces, principalmente, en esta hora crucial, que los chilenos contribuyan, no destruyendo los bienes públicos y privados, a restablecer en forma patriótica el orden , la buena relación y de convivencia fraternal y armoniosa de Chile entero.
Salvar a Chile de la Crisis en que su propio pueblo airadamente la sume, es incomparable tarea de los partidos políticos que deberían adecuarse a un régimen que posibilite una participación real de la ciudadanía, en procura de su bienestar económico y cultural.
He aquí un gran desafío para la continuidad de vida republicana y democrática representativa y muy excepcional que le confiere en América Latina a Chile, recuperar el excelente y ejemplar lugar que hasta ahora había ocupado.
Al margen de esta irrupción violenta, que anhelamos sea pasajera, a raíz del descontento, generado por causas sociales y económicas, que es menester atender, se imponga el buen juicio y la cordura y pueda Chile sortear esta situación difícil, pero siempre mejor que muchos otros países, por cuanto el nuestro se está jugando el futuro, y necesita resolver sus problemas por una vía civilizada dentro del marco republicano, pero en ningún caso, rompiendo el orden institucional, y sin olvidar que nuestra república, a 250 años de historia democrática es orgullo y honra del espíritu nacional.
