Por: Dr. Mario Sánchez, Ingeniería Civil en Metalurgia, Universidad Andrés Bello
Somos un país pequeño, tanto por sus dimensiones geográficas como por el número de habitantes, pero muy conocidos mundialmente por ser los mayores productores de cobre del mundo. Esto lo he constatado en todas las ocasiones que he podido representar en el extranjero a las instituciones en que he trabajado, y confirmo el apelativo del cual nos sentimos muy orgullosos: “Chile, país minero”.
Sin embargo, la crisis de inversiones que hoy tenemos en esta industria, que ha afectado también el ámbito académico en el cual trabajo, me ha hecho reflexionar sobre algunas cosas. El apelativo del cual nos sentimos orgullosos, ¿no nos estará tendiendo una trampa? ¿La trampa de quedarnos sólo en la “producción primaria”, por poseer tan extensos recursos minerales en nuestro territorio, y no completar el ciclo de uso del metal? Porque si bien las dimensiones de nuestra minería son excitantes, debemos estar de acuerdo que el ciclo del metal no termina en un cátodo, que es nuestro producto exportable, sino que continúa hasta terminar alojado en teléfonos celulares, computadoras o instrumentos de viento de alguna orquesta sinfónica de renombre mundial. ¿Cuánto valor se agrega cuando el cátodo se transforma en una aleación virtuosa capaz de transmitir datos digitalizados y sonidos para el beneficio y placer de nuestra sociedad? Notablemente mucho más que el valor conseguido en las etapas de producción primaria que forman parte de nuestra principal actividad económica. El costo de desarrollar una industria capaz de entregar productos finales sofisticados al usuario (y no “cátodos”) es altamente rentable y bien pagado por la sociedad, prueba de ello es que esta actividad está claramente asociada a los países más desarrollados.
Por una u otra razón digna de analizar, los chilenos jugamos un rol prácticamente nulo en la instancia “posterior al cátodo” y no hemos sido capaces de ir más allá de esos límites que nos hemos autoimpuesto. Es sintomático, pero los países más avanzados fueron otrora mineros y productores primarios como nosotros, pero fueron también capaces de romper la burbuja y salir de la trampa. En este contexto, ¿qué apelativo daría Ud. a los países hoy desarrollados para identificarlos en el concierto de la economía mundial? … país informático”? …país productor de servicios”? …país generador de tecnologías”? Elija Ud., pero estoy seguro que en ningún caso lo llamaría “país minero”.
No se trata aquí de rechazar nuestra condición de país productor de minerales por excelencia y no aprovechar estas riquezas que la geografía (…o la geo-política!) nos ha dado. Sería una desinteligencia no hacerlo. Lo que se trata es de ver un poco más allá de nosotros mismos y revertir esta suerte de designio histórico. Si no, ¿de qué nos sirve estar insertos en una sociedad y no ser capaces de cambiarla en beneficio de esas nuevas generaciones que esperan algo más que buenos discursos de sus padres y abuelos?
Espero réplicas, particularmente de quienes viven en la burbuja…