COMENTARIO EDUCATIVO: Sobre el Simce nacional y comunal de lectura

COMENTARIO EDUCATIVO: Sobre el Simce nacional y comunal de lectura

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Por: José Alberto López Álvarez, profesor de Castellano. Magíster Jefatura Técnica Pedagógica Liceo Amancay

Una vez más y por el lapso de 3 días, la semana pasada la prensa nacional volcó su atención en el controvertido Sistema de Medición de la Calidad de la Educación, SIMCE. Los resultados fueron congruentes con variados estudios de evaluadores en el sentido que reflejaron un deterioro en la calidad de los aprendizajes producto de la precaria capacidad de comprensión lectora. Nada nuevo, pues un sistema país que no incentiva la reflexión, que no tiene normas claras de convivencia social, no puede esperar éxito en su sistema educativo. Es un principio básico de la ciencia evaluativa que métodos ineficientes sin contextos de aprendizajes, han de producir nefastos resultados.

Esta vez sí los datos reflejaron una preocupante baja de la capacidad lectora en alumnos varones de los grupos socioeconómico (GSE) altos, donde por primera vez pierden la ventaja y terminan ubicándose por debajo de las estudiantes del grupo medio alto, llegando prácticamente al grupo medio. En el nivel de Segundo Medio el puntaje promedio 2015 es de 247 puntos, lo que refleja una disminución estadísticamente significativa de 5 puntos respecto de la medición anterior. El cuestionario de calidad y contexto respondido junto al Simce por los jóvenes de II Medio señaló que la mitad de los varones no leen para entretenerse y que otro 46% leen sólo si lo obligan. Y se trata más bien de textos breves, como historietas o micro cuentos. Las alumnas, en cambio, sí leen para entretenerse y prefieren novelas o textos más extensos, todo lo cual ayuda para la comprensión lectora.

Las causas de estos datos nacionales son varios y variados y todo depende de los inherentes contextos educativos de cada escuela o liceo; no obstante, entre las más relevantes causas hay que mencionar cierta ideología versus Simce, derivado en los propios estudiantes, como en ciertos profesores y papás, quienes consideran dicha medición como un proceso demasiado ponderado al momento de evaluar el quehacer pedagógico. Y algo de cierto hay en esto, pues cuesta mucho que nuestros estudiantes rindan seriamente el Simce debido a que no tiene nota, mientras que para la PSU sí se toman en cuenta factores como el NEM (notas enseñanza media) como uno de los requisitos para la postulación a la educación superior. En este aspecto, en un porcentaje significativo, los actores educativos carecen de una cultura evaluativa entendida como medición para optimizar procesos institucionales y personales.

De todo lo anterior y respecto al tema analizado, desde la Agencia de la Calidad se han identificado tres focos en los cuales es necesario concentrar las acciones y en esta situación específica es la de “potenciar aprendizajes para superar las brechas de género al interior del aula, especialmente para los hombres en Lectura”.

¿Y qué podemos decir del Simce de lectura Segundo Medio a nivel local municipal, digamos del “simce andino de lectura”? El promedio de los cuatro liceos municipales de la zona es de 218, 5 puntos. Bajo y crítico y en franco desmedro de determinadas cifras históricas. ¿Razones? Algunas compartidas a nivel nacional y otras un tanto “sui géneris”. Entre estas últimas hay que mencionar la falta de una mirada más interdisciplinaria de la lectura. No es solamente propia del subsector de lenguaje y comunicación sino de todas las disciplinas y si bien hay acciones aisladas que intentan remediar esta falencia, se hace necesaria una organización estratégica y mancomunada de todas las unidades educativas con las autoridades educacionales públicas de la comuna. La lectura es algo transversal y como tal debe ser implementada en forma integral.

Pienso también que a nivel local los casi dos meses de paralización docente sí influyeron en los resultados, pues no hubo una cobertura curricular significativamente cumplida. Hubo un horario de recuperación que produjo tensiones y cansancio en educadores y educandos y que no contribuyó ni para el análisis ni la reflexión, condiciones tan peculiares en la didáctica de la comprensión lectora.

También menciono el hecho de la calidad de los examinadores Simce. En lo personal, ya hacen dos años que como jefatura técnica he quedado más que preocupado por la ineficiencia y falta de control en los procesos de los examinadores. Equívocos en la distribución de los cuadernillos, instrucciones lingüísticamente confusas, poco dominio grupal, un casi nulo conocimiento del leccionario para la asistencia y confirmación de datos, han sido la tónica de las jornadas. Y esto, ciertamente, termina por malograr todo el proceso. ¿Qué se podría hacer al respecto? Esto, sin duda, es digno de análisis.

En fin, estos son nuestros resultados y también nuestro desafío.

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