Por: Mario Navarro, Escuela Química y Farmacia U. Andrés Bello
Hace unos días se anunció con bombos y platillos la disminución en el consumo de marihuana en la población chilena, según datos entregados por el Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol (SENDA). Si bien esta es una buena noticia, mirando los resultados es perspectiva, el panorama no es tan alentador.
Partamos diciendo que Chile es uno de los países con mayor consumo de marihuana en el mundo. El consumo en nuestro país se disparó a partir del año 2010, llegando a su máximo el 2016 (14,5%). Las causas de este aumento no están claras, aunque hay una correlación con la disminución en la percepción de riesgo asociada al consumo.
Si bien esta percepción también mejoró en la última encuesta, aún es mucho menor a la que generan otras drogas como cocaína, pasta base y alcohol. En este sentido, tenemos que hacer una autocrítica, tanto a nivel de autoridades como desde la academia, pues hemos fallado en masificar la información relacionada con los daños irreparables que produce la marihuana en el organismo, sobre todo durante la adolescencia, donde su consumo provoca alteraciones estructurales y funcionales que afectan el pensamiento, el aprendizaje y la memoria. Lamentablemente Chile también lidera los rankings mundiales de consumo de marihuana durante la edad escolar.
Si bien es importante destacar la existencia de datos epidemiológicos sobre el consumo de drogas en nuestro país y los hallazgos positivos que se desprenden de su análisis, no debemos perder de vista el panorama general: El consumo de marihuana en nuestro país aún es elevado en el contexto mundial, y debemos seguir trabajando en políticas de prevención, tratamiento y control para revertir esta situación.