Por: Dr. Jaime Contreras Pacheco, decano Facultad Medicina U. Andrés Bello
Hace pocos días asistí a un seminario denominado “Ciudad y Cerebro”. Creí saber bastante del daño a los seres humanos por la contaminación de las grandes ciudades como Santiago, dados mi conocimiento como médico y como frecuente lector de artículos culturales en los medios periodísticos. Sin embargo, esta conferencia de la Dra. Lilian Calderón, académica de la U. del Valle de México, me dejó francamente inquieto, porque sus estudios en Ciudad de México (completamente aplicables a Santiago, Temuco o Coyhaique) demuestran lo que está ocurriendo en nuestras ciudades agobiadas por la contaminación atmosférica.
La Dra. Calderón fue enfática en afirmar que los cerebros de niños y adolescentes están sufriendo daños involutivos que perjudican sus capacidades cognitivas y su razonamiento, afectando también el sistema cardiovascular y el metabolismo en su totalidad.
En este contexto, uno se pregunta: ¿por qué las autoridades dudan en decretar medidas contra la contaminación atmosférica verdaderamente eficaces y de aplicación inmediata? Tenemos la gran oportunidad de dar a los niños de hoy, que serán adultos mayores en la segunda mitad de este siglo, la oportunidad de ser ciudadanos sin deterioros neurológicos y cardíacos graves e irreversibles.