COVID-19, teletrabajo, seguridad y salud en el espacio laboral

COVID-19, teletrabajo, seguridad y salud en el espacio laboral

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Por: Gabriel Araya Fuenzalida
Especialista en ergonomía y salud ocupacional
Académico de la Universidad San Sebastián

Vicepresidente de la Asociación Chilena de Actividad Física y Salud Laboral Salvo sectores como el agroindustrial, que requieren de operadores para la ejecución de tareas específicas en líneas de producción, trabajadoras y trabajadores alrededor del mundo mantienen diferentes estrategias de confinamiento preventivo.

Cada 28 de abril se celebra el Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo, fecha que este año estará cruzada por los desafíos de una pandemia que pone en jaque a sistemas sanitarios y productivos.

Esta emergencia global ha traído consigo una nueva forma de desempeño laboral: el teletrabajo, cuyo objetivo medular, arraigado en lo preventivo, es el resguardo de las y los trabajadores frente a un virus de rápida propagación, con graves complicaciones para las personas mayores, inmunodeprimidas y con patologías crónicas.

Pero ¿bajo qué costos hemos adoptado esta estrategia? Respetar periodos de descanso, lidiar con el quehacer familiar, trabajar con los hijos y sobrellevar el encierro, son tareas exigentes que requieren de una disciplina a la que no estábamos habituados, y eso, ha deteriorado la salud física y mental de la población en general, así como la calidad de vida de las y los teletrabajadores.

En Chile, previo a marzo de 2020, existían pocas experiencias de teletrabajo. Algunas empresas del sector bancario, por ejemplo, permitían a sus empleados trabajar desde su casa los viernes, con el objetivo de que compartieran más tiempo con su familia. Esta medida es positiva, ya que compensa riesgos psicosociales mitigando elementos de riesgo para la salud mental.

Para implementar esta modalidad debe existir todo un sistema de evaluación previo, que abarque desde una examinación especializada del puesto de trabajo (en este caso, del hogar del trabajador), hasta el consenso de acuerdos con la jefatura directa respecto a las funciones que se realizarán en este espacio. Claro, esto es en condiciones ideales, y no bajo la presión de una pandemia ya en marcha.

Ante la ausencia de estos elementos previos, la gran carga que lidera el actual teletrabajador es el riesgo psicosocial llamado «doble presencia”, que si bien ya estaba presente en tiempos anteriores al COVID-19, con su irrupción ha aumentado de manera exponencial. Este fenómeno, conocido como la necesidad de responder a las exigencias impuestas en el trabajo y en el contexto familiar – personal, provoca un riesgo inminente que afecta a la salud física y mental de las personas.

No es menor que el consumo de psicofármacos y la violencia intrafamiliar hayan aumentado las últimas semanas. Estas son señales claras de que la salud mental está siendo afectada, convirtiéndose en una bomba de tiempo que más temprano que tarde explotará. Expertos señalan que a fines de 2020 aún estaremos enfrentados a las consecuencias del COVID-19, lo que se manifestará en pequeños síndromes ansiosos, estrés, depresión, y, posiblemente, Síndromes de Burnout.

Este contexto nos exige sentar un precedente a la hora de plantear el teletrabajo a futuro. Pasada la crisis esta modalidad laboral debe ser vista como una herramienta potente en dos frentes: como estrategia para la mitigación de riesgos, devenidos por jornadas extensas y altas cargas de estrés, y como una medida preventiva frente a pandemias como la que atravesamos. Sin embargo, para ambos casos, es crucial la planificación y el compromiso de los actores involucrados. Sólo así se podrá empezar a garantizar el bienestar de todas y todos los trabajadores.

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