Crónicas de los tiempos: Águeda Monasterio: Patriota Andina

Crónicas de los tiempos: Águeda Monasterio: Patriota Andina

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Hugo Rodríguez Bernal

Por Hugo Rodríguez Bernal

Entre las mujeres destacadas por su participación en el proceso de emancipación nacional, se encuentra doña Águeda Monasterio viuda de Latapiat, dueña de dos fundos, El Algarrobal y La Monja, los dos en Rinconada de Los Andes.

Había llamado la atención pública, al buscar desesperadamente a su hijo en medio de la trifulca que se armó con motivo del Motín de Figueroa en 1811.

Después del Desastre de Rancagua el 2 de Octubre de 1814, su hermano Felipe Monasterio fue condenado a ser relegado a las islas de Juan Fernández.

La mayoría de las familias patriotas, que pudieron, se fueron a sus haciendas o fundos, a “capear el temporal” como se dice, a esperar algo positivo del nuevo gobierno realista de Chile, dirigido primero por el brigadier Mariano Osorio, el vencedor en Rancagua y luego por Francisco Antonio Casimiro Marcó del Pont, el último gobernador español de Chile. Pero lo positivo, nunca llegó, al contrario, la represión cada vez con más fuerza de la mano de Vicente San Bruno, capitán de los Talaveras de la Reina.

Con los Patriotas, en su mayoría en Mendoza, Águeda Monasterio llegó “a ser una pieza clave en la red de espionaje durante la etapa de la reconquista realista”, indican que las propiedades de Águeda Monasterio viuda de Latapiat, fueron ocupadas como recursos logísticos del servicio de informaciones.

Su situación económica y la ubicación de las propiedades que poseía, les ofrecían grandes posibilidades para realizar la difícil comisión de servir de enlace a los espías patriotas. Manuel Rodríguez estuvo por ahí. La viuda de Latapiat tenía, además de los dos fundos mencionados [‘LaMonja’ y ‘El Algarrobal’, ubicados en Rinconada de Los Andes], una amplia casona en Santiago, en la calle Merced N° 40. En las tres partes los agentes del Ejército de los Andes encontraban refugio, instrucciones y medios para realizar sus riesgosas operaciones.

Sin embargo, dada la destacada participación de integrantes de la familia Monasterio en el proceso independentista, era difícil que la actividad desarrollada por Águeda Monasterio pasase inadvertida ante los realistas.

Don Vicente Grez, biógrafo del período dice que “La influencia i la actividad de la señora Lattapiat alarmó al fin a Marcó del Pont, se la amenazó i se la vijiló con el mayor cuidado. Ella no se acobardó un momento: entre su tranquilidad i el triunfo de la revolución se decidió por el primer sacrificio”. Rodeada de espías se le sorprendió una correspondencia que dirijia a San Martín, que a la fecha se encontraba en Mendoza. A fin de arrancarle los grandes secretos de que era depositaria, Marcó del Pont la hizo encerrar en una inmunda prisión e intentó martirizarla cruelmente.

Con el objetivo de obtener la información asociada a dichas comunicaciones, se preparó una simulación de ejecución en la persona de Águeda Monasterio y de suplicio en su hija: la primera fue condenada a muerte en la horca, y a la segunda, Juana, de 14 o 15 años, se le condenó a perder su mano derecha por mutilación. “Se elevó la horca en el costado norte de la plaza principal i se ordenó que antes de la ejecución, el verdugo cortara la mano derecha de la niña Juana, por haber escrito con ella algunas de las correspondencias que le dictaba su madre”

Por su parte, el profesor, José Bernardo Suárez lo reseña del siguiente modo: “Doña Águeda Monasterio, antes que divulgar el secreto de los patriotas comprometidos en la revolución, que se le quería arrancar a la fuerza, prefirió morir i ser martirizada. Estaba la horca puesta para ejecutarla, i al pié del suplicio debieron cortarla mano derecha a su hija doña Juana, antes de colgar a la madre en presencia suya. Así fue la sentencia del presidente Marcó, por haberle sorprendido una comunicación que la señora dirijia a San Martin en Mendoza”.

Su hija doña Juana fue convencida de haber escrito varias veces a aquel general por orden de doña Águeda.

Finalmente, ninguna de las dos condenas fue aplicada, develando que fueron propuestas solo para amedrentar a las detenidas, a fines de lograr alguna confesión por parte de ellas. A pesar de ser liberadas, Águeda Monasterio fallecería pocos días después, el 6 de febrero de 1817 poco antes de la Gran Victoria de Chacabuco.

Estos hechos fueron conocidos en su momento. Juan Egaña refiere de la siguiente manera cómo se enteraron de los mismos los patriotas confinados en la isla de Juan Fernández: “La victoria de Chacabuco (12 de febrero de 1817) libró a estas dos víctimas de ser inmoladas de un modo tan cruel i bárbaro; pero no las libró de la muerte; pues la señora Monasterio murió al poco tiempo a consecuencia de enfermedades contraídas en las prisiones” dice otra versión de la época.

“La humedad del calabozo, las mil privaciones de que se le hizo víctima, las amenazas continuas, el sentimiento de ver perdida la causa de la patria, el patíbulo que se alzaba al frente de su prisión, el martirio brutal de que se iba a hacer victima a su hija, toda esta enormidad de dolores abatió su naturaleza, i al salir de la prisión la señora Monasterio llevaba impreso en la frente el sello de la muerte” dice don Vicente Grez.

Fundo La Monja, Rinconada

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