Por Hugo Rodríguez Bernal
El siglo XVIII fue bastante agitado en Europa principalmente, las injusticias políticas y sociales hervían de norte a sur y de este a oeste en el viejo continente. La Ilustración francesa recorre en forma algo escondida los salones de gente de pensamiento más avanzado. En esa época la Monarquía absoluta domina a Francia, España, Portugal, Rusia y otros reinos. La Ilustración nos enseña el camino a la Democracia, el gobierno de las mayorías. Libertad, justicia, igualdad y fraternidad.
Acá en Chile, se vive la larga “siesta colonial” pero llega un gobernador de origen irlandés, don Ambrosio O’Higgins que se transformará en el mejor de los gobernadores coloniales desde Pedro de Valdivia hasta la Independencia Nacional.
O’Higgins emigró desde su isla de Irlanda, dominada a la fuerza por los ingleses, hacia España en 1751, tomando en cuenta ciertas facilidades que otorga la monarquía española a los católicos irlandeses, por el sufrimiento causado por los protestantes ingleses.
En 1756 viaja a Buenos Aires y luego a Chile en términos puramente comerciales, se encuentra con empresarios de Valparaíso y de Santiago y vuelve a España a tratar en la Casa de Contratación de Sevilla los permisos legales para establecerse en América. Fue nombrado ingeniero delineador y vuelve a Chile en 1763. Se dedica a la construcción de los refugios en la ruta de Uspallata, para arreglar el camino a Mendoza más las fortificaciones en Valdivia. Claramente aquí surge la idea de fundar una ciudad cercana a la Cordillera, que fuera base de operaciones para el difícil tránsito hacia Mendoza a través de un antiguo camino de los incas hacia Cuyo, en Argentina.
Las funciones militares eran otra de sus preocupaciones, fue Capitán de Dragones y participó en la defensa del fuerte de Antuco, asediado por indígenas. Recibió el apoyo del anterior gobernador español de Chile don Manuel de Amat y Junient que había sido nombrado Virrey del Perú y es designado Comandante de Caballería. Así fue ascendiendo en la escala militar hasta ser nombrado brigadier. Intendente de Concepción en 1786 y luego ascendido a Gobernador y Capitán General del Reino de Chile en 1788.
Estableció un plan de trabajo en obras públicas, producción agrícola y minera, para ser realizado en diez años, plazo en el que ocuparía el cargo. Se obligó a establecer un régimen de Mano Dura en el cumplimiento de normas deberes y reglamentos, con exigencias de total honradez y eficiencia en la administración pública.
Recorrió el país, en aquellos tiempos de difíciles transportes, en 1791 fundó Santa Rosa de Los Andes, su obra principal, también, Illapel, Combarbalá y Vallenar en el norte, incentivando la producción agrícola, ganadera y minera. Mejoró caminos y puertos para el traslado de mercaderías. Tiempo después se dirige al Sur donde fundó Nueva Bilbao, hoy Constitución, Parral y San Ambrosio de Linares. En 1796 se dedica a refundar Osorno luego de terminado el Parlamento de Negrete y lograr la paz con los mapuches en 1793.
En el centro del reino, continuaron las obras públicas con el nuevo diseño de la ruta de Santiago a Valparaíso por las cuestas de Lo Prado y Zapata, todo financiado con cobro de peajes a los transeúntes y por las cargas transportadas. En Santiago se continuó con la construcción de los tajamares del Mapocho, río que de vez en cuando tenía grandes crecidas e inundaba todo el centro de la capital. En esa época el italiano Joaquín Toesca concluye la construcción del edificio de la Casa Moneda, donde se acuñaban las monedas de circulación colonial, hoy palacio de los presidentes de Chile.
Casi al final de su período como Gobernador de Chile, logró que la Casa de Contratación y el rey mismo establecieran en Chile un Tribunal del Consulado, que antes solo existía en las capitales virreinales de Lima y México, para llevar aquí los juicios relativos a problemas comerciales.
En reconocimiento de su fecunda labor político administrativa, fue elevado a la categoría de Virrey del Perú en Septiembre de 1795 y a pesar de tener el título honorífico de Marqués de Osorno, la alta sociedad de Lima lo recibió fríamente por no ser nacido en España y no tener en sus antepasados títulos nobiliarios.
Aun con sus 76 años la actividad política de Ambrosio O’Higgins en el Perú fue muy notoria, se enmarcan en varios proyectos de obras municipales, apoyando al cabildo y sus funcionarios, además de incentivar el comercio y la industria. Lima era la más importante capital colonial española de toda América y sus habitantes se sentían privilegiados, como si estuvieran en Madrid y tenía opinión de mucho peso. Acusaron al Virrey de financiar los estudios de su hijo ilegitimo en Inglaterra, el cual tenía ideas de la Ilustración, era antimonárquico y se reunía con gente claramente contraria a los intereses de la Corona.
Ambrosio O’Higgins suprimió los envíos de dinero a su hijo Bernardo, igual fue destituido legalmente, pero permaneció un tiempo más como virrey hasta su brusco fallecimiento en enero de 1801 por un derrame cerebral a los 81 años.