Crónicas de los tiempos: En tren hacia Argentina

Crónicas de los tiempos: En tren hacia Argentina

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I Por Hugo Rodríguez Bernal

En tren hacia Argentina. Esa expresión era reflejo de una maravilla interesante e impresionante que muchos chilenos y latinoamericanos aprovecharon durante la mayor parte del siglo XX … Sensacional, en tren a Argentina, esto es de Los Andes a Mendoza, bueno y luego ahí se toman diferentes líneas ferroviarias a Córdoba, San Juan, San Luis o al Gran Buenos Aires.

El Transandino inaugurado en Abril de 1910 para festejar el Centenario de las independencias de Chile y de Argentina, y para mejorar las comunicaciones que ya habían progresado y aumentado mucho en el siglo anterior, la época de la Segunda Revolución Industrial y la máquina a vapor aplicada a la navegación primero y a los ferrocarriles luego.

La gente con capacidad económica efectúa el trayecto por mar en los grandes y cómodos vapores que van de Buenos Aires a Valparaíso con escala en Punta Arenas. Igual a lo largo de Chile, los grandes trayectos, se desarrollaban por vía marítima, pero lo largo y peligroso del viaje por el sur del continente debido a los frecuentes temporales, fueron razones para que los gobiernos de Chile y Argentina respaldaran este gran proyecto de los hermanos Juan y Mateo Clark.

Pero esta crónica se quiere situar en Enero de 1967 época brillante en la Historia de este ferrocarril internacional, entonces abordamos el tren en la estación de ferrocarriles del Estado de Los Andes, moderna, hermosa, mucho mejor que la mayoría de las estaciones de todo Chile, al final de la avenida Carlos Díaz un tren de cuatro coches y la locomotora roja y blanca, tipo once de la mañana sale este tren luego de la llegada del primer expreso desde Llay Llay con pasajeros procedentes de Santiago, Valparaíso y Viña del Mar.

Eramos muy jóvenes entonces solo 16 o 17 años todo un curso del Liceo Salas Marchán, treinta en total, cinco varones y veinticinco damas y los profesores jefes

La salida emotiva rápida y por los paisajes muy conocidos por todos los andinos, pasando por la otra estación, la del Transandino con el antiguo estadio al costado norte, luego Coquimbito y el río Aconcagua en todo su esplendor. Que paisaje tan hermoso, mucha vegetación a los costados de la línea férrea, sauces y álamos por todos lados, colas de zorro a orillas del río, pequeñas cascadas caen de vertientes en altura de la cordillera, pasamos el Sauce y Río Colorado lo impresionante fue la red de túneles y puentes del Salto del Soldado, sobre el río Aconcagua, los extranjeros estaban sorprendidos, muchos chilenos también. La vegetación ha ido disminuyendo, poco a poco.

La estación de Río Blanco, parecía ser de una película del Lejano Oeste, rápido, rápido va el tren subiendo la alta cordillera andina pero más allá de Guardia Vieja, a unos 40 km de Los Andes la línea férrea se pone más difícil un poco más vertical y el tren aplica el uso de las “cremalleras” un sistema de engranajes que tiene la locomotora sobre un tercer riel central con anclajes para ayudar a subir al tren hasta los 3.025 mts sobre el nivel del mar en el túnel internacional, claro que antes hubo que dar la vuelta por el río Juncal, uno de los tres ríos que dan origen al Aconcagua (con los ríos Blanco y Colorado) esto sí que es extraordinario, como el tren avanza por el costado del río Juncal y se ve al frente, pero arriba, muy arriba donde vamos a pasar en un rato más, extraordinario.

El tren avanza lentamente, muchos dicen, se puede ir caminando al lado, si claro, pero la “puna” ataca casi de inmediato, el terrible cansancio de la altura. Más arriba está Portillo, el gran centro de esquí de Chile, junto a la imponente Laguna del Inca y un paisaje muy hermoso, sin vegetación, claro. Algo de nieve a la distancia.

Aún recuerdo que en Suiza promocionan a los turistas, un lindo paseo en tren con cremallera en los Alpes junto al lago de los Cuatro Cantones, muy lindo, pero este tren con cremallera de Los Andes, muy superior y las montañas casi el doble de altura. Llegamos a Caracoles a 69 km de Los Andes y casi en la frontera, desde la estación se ve muy cerca el antiguo túnel ferroviario internacional, usado también por buses, camiones y autos particulares, por turnos. Al centro los escudos nacionales de Chile y Argentina, marcando la frontera exacta y sale el tren en Argentina justo en el poblado de las Cuevas.

Ya es argentina, pero no se nota mucho la diferencia, se ve igual que al otro lado de la cordillera, o sea al otro lado de la frontera, la bandera celeste y blanca flamea nerviosamente a causa del viento constante. Ahora el tren va en descenso, igual hay tramos con cremalleras, son partes semi verticales. Y un río igual al Aconcagua pero al revés, corre hacia el este.

Llegamos a Puente del Inca un lugar de extraña geografía, un puente natural excavado por un río donde hay material de distinto nivel de cohesión y diferentes colores, pudimos bajar del tren para verlo de cerca y seguimos hacia Mendoza ya por territorio argentino. Punta de Vacas y Polvaredas son solo estaciones vecinas al gran monte Aconcagua de 6.990 mts sobre el nivel del mar, el más alto de América, con los Penitentes, grupo de estalagmitas blancas pegadas al suelo y un cementerio de quienes fracasaron en el intento de escalar el super Aconcagua. Uspallata es un valle donde reaparece la vegetación con árboles en importante cantidad.

El viaje ha sido cansador pero muy interesante, para los jóvenes de entonces, casi de noche, cerca de las 19 hrs de Chile 20 de Argentina llegamos a Mendoza, con bastante calor a pesar de la hora, para abordar a las 21 hrs el tren a Buenos Aires, enorme formación dicen los argentinos, estamos a 244 km de Los Andes y a 1.100 de la capital argentina. Nos espera un largo viaje, desde las 21 hrs hasta las 19 hrs del día siguiente en estación Retiro, como hormigas en la cubierta de una mesa, ningún cerro, ni río ni nada en el paisaje, solo cielo y nubes, ahí comprendí la bandera argentina. Pero Buenos Aires ya es otro cuento.

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