· Fin de año es una fecha que muchos escogen para hacer una lista de deseos para el período que viene. Incluso hay quienes realizan verdaderos rituales a medianoche. ¿Por qué es bueno realizar esta práctica y cómo debe ser ese listado para que alguno de ellos llegue a cumplirse?
Se dice que la fe mueve montañas y que la esperanza es lo último que se pierde. Frases que se hacen más vívidas en momentos trascendentes de la vida, como son el fin de un ciclo. En este caso, ad portas de pasar al 2017, muchos tendrán en mente estos enunciados comunes con la ilusión de que por fin sus sueños se hagan realidad.
“Hay una trampa con la palabra deseos, en primer lugar, porque habla de algo que es inalcanzable o se asocia a algo que aún no logra ser satisfecho o cumplido. Por eso es mejor hablar de lista de propósitos, de metas o de intenciones”, señala la directora de la Escuela de Psicología de la Universidad del Pacífico, Carmen Gutiérrez.
Haciendo esa salvedad, la psicóloga plantea que es bueno realizar esta práctica. “Ello, de alguna manera supone e implica que la persona, para poder realizar esta lista, tiene que plantearse quién es, qué tiene, qué ha logrado, qué necesita, qué quiere y, de esto último, qué puede lograr”, indica.
De este modo, la especialista dice que la lista sirve para hacer una valoración de la situación actual, proyectar el futuro y, en ese sentido, focalizar esfuerzos, energías, propósitos, intenciones y acciones. “Además, al hacer una lista, pasa por el filtro de evaluar qué estoy poniendo ahí y si ello efectivamente lo puedo realizar; también qué depende de mí y que no. Eso ayudará a que uno vaya definiendo y diferenciando lo que puede lograr o alcanzar, y focalizar esfuerzos. Sobre todo hacer esta evaluación, porque muchas veces uno sufre por cosas que no están en nuestras manos o que no son posibles de alcanzar y de lograr o que no son posible de revertir”, agrega.
En ese sentido, es fundamental hacer una clara diferenciación de lo que se puede o no gestionar, ya que permite una mirada realista. “Ayuda a desarrollar la tolerancia y aceptación para lo que no está en mis manos y, obviamente, te aproxima a una sensación de bienestar y felicidad. Ambos sentimientos no tienen que ver con algo que ocurre cuando se confluyen ciertas circunstancias favorables que están planteadas en el plano de lo idílico, como el pensar que yo sería feliz si mi marido, si mis hijos, si mi trabajo, si mi auto y si mis vacaciones, sino que la felicidad tiene que ver con la capacidad de disfrutar lo que se tiene y dentro de lo que se tiene, asumiendo lo agradable y lo desagradable como parte de la vida y de lo que implica estar parado en este planeta”, afirma Gutiérrez.
Sin duda, los deseos a plantearse en estas circunstancias dependerán de cada persona, de sus propósitos y sueños. “Incluso es posible que estos sean diferentes dependiendo de las personas, de su sexo y edad. Por ejemplo, un niño podrá plantear como deseo que le llegue un hermanito, lo que es súper válido; o una mujer que está con deseos de quedar embarazada, también. O personas que no están emparejadas y que quieran tener su pareja. Pero sí creo que lo que debe plantearse son cuáles de los deseos corresponden a realidades, a metas, a aspiraciones, y cuáles son factibles y no factibles”, insiste la profesional.
Ahora, la especialista tampoco desecha aquello visto como no realizable. “Estos se pueden mantener como un sueño, como ocurre con las utopías. Como el desear que Chile sea un país más justo y más solidario, por ejemplo, pero siempre en la medida en que sea yo la que me ponga en acción para lograr eso. Por lo menos aportar en esa línea y que se transformen en un motor inspirador y energizante”, comenta.
La docente de la Universidad del Pacífico añade que los sueños imposibles pueden llegar a ser malos cuando inspiran la lamentación, la pena, el agobio, el desaliento y finalmente la inmovilización. “Este tipo de deseos lo único que hacen es recordarte la permanente ausencia de aquello y hacen de tu vida aún más dolorosa, miserable o con sensación de carencia o de ausencia”, advierte Carmen Gutiérrez.