Cuando la codicia baila con la mentira

Cuando la codicia baila con la mentira

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José Ramón Toro P.,

Por: José Ramón Toro Poblete, profesor Liceo Maximiliano Salas Marchán

Muchos han sido los sucesos de los cuales hemos sido informados, sacudidos y, hasta escandalizados en el campo de la política últimamente.

Largamente he escrito del daño que produce el poder en el ser humano y en la política. En cómo el poder transforma a una persona que termina haciendo todo lo contrario frente a las promesas y propuestas comprometidas en una campaña electoral.

El poder se viste de codicia y se defiende con la mentira. Estos tres elementos van estrechamente unidos. Son inseparables. Son los tres pordioseros de la política. Muy triste.

La ko’ðija (codicia) tiene algunos sinónimos que, en el fondo, son patrones y conductas que mueven a una persona que padece de codicia: ambición, avidez, ruindad, usura. Siempre se ha asociado Codicia, con bienes materiales y dinero. Es verdad, pero también con realidades intangibles tales como el poder y la fama. De la mentira, ni hablar.

Ahora bien, toda acción humana, entendiendo nuestra debilidad natural, podría estar inspirada por esta tríada (poder, codicia, mentira), escribo “podría”, porque hay personas que nada, absolutamente nada de ello tienen, les decimos “los quedados”, “los sin iniciativa”, “los conformistas”, “los espirituales” de modo razonable o de modo equívoco.

Cuando una persona, en el campo de la política, es movida por la codicia, buscará el poder y lo defenderá a toda costa para no perderlo. Y, nótese que, no se trata del poder para servir a quienes representa pues, hemos sido testigos que sirven a otros intereses (empresarios) y, cuando han sido descubiertos, alegan de haber cometido un error. Y, ¡que error más grande decir haber cometido un error!, porque el fin de alguna de sus acciones era servir no a la ciudadanía sino a empresas o intereses económicos y, hasta a su mismo partido político.

En la moral, el fin elegido de toda acción tiene necesariamente concurso de la voluntad. Hasta el momento a nadie he conocido que haya actuado sin una razón o estímulo. Ningún humano en pleno ejercicio de sus facultades y razón, actúa o se mueve hacia un objetivo o fin sin alguna razón y, en este movimiento o acción existe el concurso de la voluntad iluminada por la inteligencia y regulada por la conciencia. Es tal el grado de importancia de ello que, a modo de prueba, en nuestra ley puede ser imputado un menor desde los 14 años. Por lo tanto, en cualquier persona que realice un acto político, mayor de 14 años, es inadmisible escucharle que, a un delito le llame “error”. Es absolutamente inadmisible e inconsistente.

Lo segundo a considerar, es la intención de un acto político, porque ésta (la intención), es movida por la voluntad que impulsa a la persona, con una razón además, para lograr un fin determinado. La intención, es un elemento tremendamente importante en la calificación del acto que le hace moralmente probo o moralmente improbo (repudiable). Si ejemplifico esto, ilustro la intención de un señor ligado a las industrias pesqueras de la zona austral que habría dicho que su intención de conseguir dinero para un futuro diputado (pescador) era terminar con una suerte de discriminación en el congreso para que ganase una campaña política. Si lo tomamos así, tal cual, se podría decir que fue movido por una intención moralmente proba, pero “las circunstancias” hacen ver que no había tal transparencia en esa intención, convirtiéndola en una acción moralmente improba (repudiable)

Con lo anterior, presento el tercer elemento para realizar un juicio moral de un acto humano cual es “las circunstancias” que es un elemento secundario pero gravitante porque permite agravar o disminuir la bondad o malicia moral de un acto. Incluso, en la moral, las circunstancias no permiten calificar un acto malo como error. Es inadmisible en la moral.

Las circunstancias tampoco, aludiendo a otro caso emblemático, podrían dejar sin juicio moral a quien sabiendo y teniendo información de lo que sucedió con la caravana de la muerte, con el tiempo y más aún con un importante cargo, haber guardado silencio de esa realidad. Tiene ninguna justificación. E incluso, toda acción posterior, buena y de gran importancia para el país y la democracia lograda, no borra lo anterior.

Y, me viene a la memoria, algo preocupante, y es cuando un alumno me pide escriba una anotación positiva en su hoja de vida “para borrar o minimizar” una observación o anotación negativa que otro profesor escribió en el libro. Mi misión como educador, es explicarle precisamente lo que he escrito en el párrafo anterior y usted lee: una acción buena, no borra otra que moralmente ha sido objeto de un juicio negativo o de repudio.

Con mucha razón, Carlos Tromben, periodista especializado en temas económicos, en su último libro “Crónica Secreta de la Economía Chilena”, en su prólogo escribe(…)”sobre la ruina económica y moral del país”(…), recomiendo su lectura.

Y, una pregunta porque, es legítimo preguntarse: ¿Quién o quiénes son los garantes de la encuesta vinculante que se hará en nuestra ciudad, este fin de semana para la elección de un candidato a Alcalde? ¿Cuál fue el criterio elegido para llamar a las personas? ¿Cuál el universo?. Un misterio

Cuando la codicia baila con la mentira.

Que sea feliz

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