Cuidemos nuestro Patrimonio Arqueológico

Cuidemos nuestro Patrimonio Arqueológico

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Por: Gabriela Carmona , Investigadora de Patrimonio Arqueológico, Centro de Investigación en Turismo y Patrimonio

En incontables ocasiones se ha hablado de la gran riqueza arqueológica que posee el valle de Aconcagua, muchos dicen coloquialmente que “si levantamos una piedra, encontramos algún vestigio arqueológico”. Lo cierto es que lamentablemente no se han hecho todos los esfuerzos necesarios y, a pesar de ser muy numerosos, los sitios arqueológicos son bastante desconocidos y los pocos que se pueden visitar, no han sido bien cuidados, con la irremediable pérdida de conocimiento acerca de nuestros antepasados que eso acarrea.

Este año 2016 debemos alimentar nuestra conciencia patrimonial, interesarnos por conocer la prehistoria del valle, difundir su gran valor científico y aportar para que se conserven para las nuevas generaciones.

Un caso particular de este patrimonio, son los petroglifos. Los petroglifos o grabados en las rocas fueron elaborados en el período Intermedio Tardío (900 – 1450 después de Cristo) y en el período Tardío o Inka (1450-1536 d.C.), es decir, pueden llegar a tener más de mil años, y se contabilizan más de cincuenta sectores descubiertos hasta el momento en el curso superior del valle del Aconcagua, siendo común que en paseos familiares y con amigos, observemos su presencia.

Ante esta situación donde una gran cantidad de petroglifos se encuentran expuestos a visitas y descubrimientos, es necesario que apliquemos las siguientes recomendaciones:

– Abstenerse de tocar las rocas con grabados, ya que la grasa de nuestras manos y el mismo roce puede ocasionar deterioros y alteraciones. No subirse, ni saltar, ni posar sobre las rocas con petroglifos.

– Para registrar los motivos y/o quedarnos con el recuerdo, podemos tomar fotografías, nunca rayar, pintar o grabar las piedras porque cualquier dibujo adicionado, dificulta la lectura de los petroglifos.

– Jamás extraer parte de la roca, aunque se encuentre deplacada (superficie descascarada), ya que muchos petroglifos se relacionan con fenómenos astronómicos, por tanto si alteramos su ubicación, también se pierde información arqueológica.

– Evitar excavar en los alrededores, aunque se hallen vestigios superficiales. Hay que aclarar que lo valioso es el contexto arqueológico, no las piezas por sí solas, ya que éstas solo pueden ser interpretadas en relación a los elementos adyacentes. Sólo los arqueólogos están capacitados para efectuar excavaciones y para hacerlas requieren del permiso del Consejo de Monumentos Nacionales.

– Abstenerse de botar basura en los alrededores de los sitios arqueológicos, debemos recordar el cuidado de nuestros hermosos paisajes naturales y culturales.

– Avisar a adultos (en el caso de niñas y niños), vecino(a)s y autoridades locales, si perciben alteraciones o daños en los lugares con petroglifos, así mismo, alertar si existe información de algún proyecto de desarrollo que en su ejecución afecte a estos espacios, para informar a los responsables de cada comuna (encargados de Cultura, Museos, Consejo de Monumentos Nacionales u otros).

Estas representaciones y otros yacimientos arqueológicos son el único vínculo que nos une con nuestros ancestros, constituyen un patrimonio de todos, pero un patrimonio frágil y sólo depende de nosotros, y de los arqueólogos del presente y del futuro, que podamos lograr acceder a mayor información acerca de los habitantes del pasado. Que el Valle de Aconcagua sea reconocido como un «Territorio Arqueológico”, sólo depende de nosotros.

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