Por: Jorge Peña Lucero, Comunicador Popular
Desde los tiempos anteriores a la conquista, los indios de América rendían culto al agua, la consideraban como elemento fecundante de la tierra, y la representaban por una cruz griega, es decir de cuatro líneas iguales, cuyo emblema se observa en los monumentos de esa época. El agua en la mitología araucana nos cuenta que los indios araucanos contaban con un señor de las aguas, el Gencovunco, mitos que ellos consideraban como productor de las aguas minerales y de sus beneficios; otro de los mitos era el Tren-Tren, cima de los cerros inaccesibles a las aguas del diluvio universal. Tren-Tren encarnaba la tradición del diluvio. La tradición dice, que una serpiente de nombre Tren-Tren avisó a los mapuches que otra serpiente, Caicaivila, tramaba la exterminación del género humano, levantando el mar. Entonces parte de los antepasados ascendió a la cumbre del cerro y Tren-Tren hizo subirlo a medida que se elevaban las aguas. De esta manera se salvaron los refugiados, y los que no pudieron llegar a la cumbre fueron convertidos en peces.
Eran estos mismos indios los que invocaban al dios Meulén, señor de los torbellinos, antes de entrar al río y le hacían diversos regalos, los cuales eran arrojados sobre la superficie del agua, siendo motivo de alegría y suerte si sobrenadaba el regalo, y presagio de desgracias si se iba al fondo.
Pertenecen también a la mitología araucana relacionados con el agua, el Nirivilu, reptil con cabeza de zorro que vive en el agua y envuelve a las personas en su enorme cola para mantenerlas retenidas en el fondo del rio; el Camahueto, monstruo de que se sirven las brujas en su trayecto hacia el buque fantasma, llamado Caleuche un buque que tiene la propiedad de convertirse en un tronco, en una roca o en otro objeto cualquiera, y sus tripulantes en lobos marinos o en aves acuáticas; la Serena (Sirena) que no solo habita en el mar, sino también en las lagunas y pozos, donde se le ha visto peinar su dorada y abundosa cabellera; la Pincoya es una especie de hada del mar.
En la mitología mapuche, los pozos y fuentes tenían sus cuidadores y conservadores en forma de sapos, las olas y el bramar del mar eran causados por el dueño del mar, el Ñull-Ñull o Chungungo, en los lagos reinaba como un Neptuno araucano el Shompalhue, que de vez en cuando se robaba una niña mapuche para hacerla su mujer, indemnizando a los parientes de ella con una buena partida de peces, que empujaba a la orilla.
Con toda esta mitología existente en nuestros antepasados, podemos intentar entender lo importante que era el agua para ellos, sin ella simplemente no podían siquiera vivir.
Y es eso lo que nos une a ellos, hoy queremos ser escuchados, queremos que se den cuenta de la importancia que tiene el agua para muchos de nosotros, el oro blanco para la humanidad. Queremos luchar para que sea cuidada, respetada y así no perderla. Desde las grandes mineras hasta el niño que juega en la orilla de un riachuelo. El agua es todo, es vida.
Nuestra gran poetisa Gabriela Mistral lo dice en unos de sus poemas “Aunque para los más sea poco el dar agua porque valoricen sólo el dar alimento, la verdad es que la siesta, en la ruta polvorosa y el sol vertical, llevar el agua a una boca cuesta tanto como servir una comida “de mantel largo”, ya que la sed es peor que el hambre”.