Dante Nicolás Molina

Dante Nicolás Molina

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José Andrés Gálvez Valenzuela.

Por José Andrés Gálvez Valenzuela

Hace 40 años atrás un grupo de amigos, Carlos Ruiz Zaldívar, (Q:E:P:D), Luis Ríos Muñoz y quien escribe estas líneas, en nuestro afán periodístico viajamos a San Juan, República Argentina para conocer y ver en situ, el Santuario de la Difunta Correa, cuando aquí en Aconcagua se comenzaba hablar de la Canonización de Sor Teresa, donde también se le construiría un Santuario para venerar su imagen.

Era una calurosa noche sanjuanina de ese verano de 1979, habíamos llegado esa tarde instalándonos en un céntrico hotel , en sus terrazas disfrutábamos de la amistad y de nuestro sueños profesionales, cuando se acercó a nuestra mesa un par de amigos, que atraídos por nuestro acento “chileno” nos consultaron sobre precios, hoteles, playas, distancias y otros datos de Chile, ya que planificaban viajar en los próximos días a nuestro litoral central a disfrutar de sus vacaciones junto a sus familias.

De esa charla que se prolongó por muchas horas, nació una amistad de años, que solo la muerte ha logrado romper. Esa noche la cordialidad, el afecto, la amabilidad, el cariño fueron floreciendo con la espontaneidad de los hombres buenos.

Al día siguiente, muy temprano, fuimos al Santuario de la Difunta Correa, donde cumplimos nuestra misión periodística, regresando a San Juan para compartir un

almuerzo familiar en casa de uno de ellos, como había quedado comprometido horas antes en nuestro improvisado encuentro.

Tímidamente golpeamos las puertas del hogar de Dante Nicolás Molina, un abrazo fraterno se confundió con nuestra ansiedad de conocer a nuestros nuevos amigos, estaba toda la familia, su esposa Tely, sus hijas Olguita, Laura y Silvia, junto a ellos el otro amigo, Miguel Delgado, a quien cariñosamente a partir de ese momento llamábamos El Gordo Delgado, por su corpulenta figura y simpatía a quien también acompañaba su esposa e hijos.

Nuestra presencia en ese hogar junto al cariño que derramaban nuestros anfitriones nos hicieron sentirnos como en casa.

La simpatía de nuestro “Gurú” Carlos Ruiz Zaldívar, hombre multifacético, cantando tangos, recitando, leyendo algunos de sus poemas o contándonos sus anécdotas de Pintor, Periodista y Profesor hicieron que las horas transcurrieran con una rapidez increíble.

Y desde ese verano y durante muchos más Dante Nicolás Molina y su familia estuvieron en nuestros hogares, haciendo escala un par de días, antes de seguir a la Costa.

De igual forma nosotros muchas veces más volvimos a San Juan, ahora ya no a un Hotel, sino que a casa de nuestro amigo, que a su vez nos fue presentando a sus familiares donde se fueron tejiendo redes de amistad, cariño, respeto que durante los años se han mantenido incólume.

Después se agregaría a estas visitas nuestro amigo de San Felipe, Mario Peña («Capitán Pita»), quien también junto a su familia mantiene este contacto de gran amistad con los amigos de San Juan.

Nuestra amistad que nació de los más puros sentimientos, que no tenia ningún otro interés que el cariño que pueden sentir los seres humanos sin fronteras, sin buscar un provecho del otro, un beneficio, una conveniencia, sólo se ha interrumpido por el tránsito de quienes formamos ese entrañable grupo de amigos, ya han partido el Gordo Delgado, Carlitos Ruiz Zaldívar y ahora Dante Nicolás Molina.

A pesar de la distancia, donde la Cordillera de los Andes, más que separarnos nos unía, la imprevista partida de Dante nos ha dejado un sabor amargo de tristeza, pena , impotencia, porque cuando un amigo se va (como dice la canción) «queda una pena profunda en el alma y en el corazón». Más aún, un amigo como Dante Nicolás que irradiaba alegría, sencillez, bondad, ya que él era un hombre bueno de corazón.

Nos queda el recuerdo de cada uno de nuestros encuentros, que quizá no siendo tan seguidos, los disfrutamos a fondo, donde sabíamos que el amigo allí estaba en las buenas y en las malas, cada vez que algo pasaba aquí, teníamos el llamado del amigo preguntando como estábamos y si nos había pasado algo.

Ahora nos damos cuenta que la vida pasa muy rápido y que en otras dimensiones, en otros lugares algún día nos reencontraremos para seguir charlando, escuchando los tangos de Carlitos y disfrutando la amistad de este gran amigo….

A la derecha, sentado, aparece Dante Nicolás Molina (q.e.p.d.) y su esposa Tely.
De pie su hija Olguita y su esposo Mario.

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