Por: José Alberto López Álvarez, profesor de Castellano y Filosofía-Magíster
La filosofía suele pasar como la disciplina humanística más seria que hay, por la gravedad de los temas que trata, pero quienes hemos seguidos sus senderos y sus recovecos un tanto abstractos sabemos que tampoco es para tanto. El sentido del humor aun en los temas más serios es como un oasis en el desierto y esto lo saben muy bien los grandes pensadores.
Entre las cosas pocas serias que uno se debe plantear a cierta edad es qué carrera elegir. Y digo “pocas serias” porque en la elección de la profesión se deben conjugar los grandes ideales personales con el contexto del país y del mundo. Es bien simple y no necesita un exhaustivo agotamiento intelectivo. Si a alguien, por ejemplo, se le ha ocurrido pensar en la filosofía como carrera… piénselo de nuevo. Si persiste en su idea, entonces conviene que sepa en qué segmento del mercado laboral puede desempeñarse hoy un egresado de filosofía… al menos en Chile, con estos recurrentes intentos de relegar esta disciplina a los intersticios del currículum nacional porque, en última instancia, un ciudadano pensante significa un peligro para el sistema socio político religioso imperante.
Un estudio reciente (2015) elaborado por la firma transnacional Hays y el Departamento de Economía de la Universidad de Oxford, califica a 31 países de acuerdo al “grado de equilibrio” que exhibe su mercado laboral (directamente relacionado con el ciclo económico), con puntuaciones que oscilan entre 0 y 10, siendo 5 un nivel óptimo, con empresas que no experimentan problemas para atraer personal especializado ni para ofrecer oportunidades laborales. Chile obtuvo una nota de 4,8, lo que representa un leve retroceso en relación al 5,2 que registró en 2014. La calificación se debe al mal desempeño de algunos indicadores, como Presión Salarial en Puestos de Alta Habilidad (1,9) y Desajuste de Talento (3,3), lo que, de acuerdo al gerente general de Hays Chile, Pedro Lacerda, se explica por un problema estructural que arrastra nuestro país, que es la formación de muchos profesionales y técnicos “que el país no necesita”.
En la actualidad, según este gerente, Chile tiene demasiados licenciados en derecho e ingenieros comerciales para lo que el país demanda. “Lo que Chile necesita son ingenieros informáticos, civiles y mecánicos que estén especializados en el área energética”, sostuvo. Respecto a esto, Lacerda propuso reformar el sistema educativo, “equilibrando la oferta universitaria con las necesidades de profesionales que tenga el país”. Esto significa ciertamente una revisión del currículum con énfasis en las ciencias de la información e idiomas.
Esta mirada no sintoniza en muchos aspectos con la reforma educacional aún centrada significativamente en lo científico humanista y que no permite un buen cruce entre la oferta y la demanda; de mantenerse esta tendencia sin duda Chile seguirá perdiendo terreno en ranking sobre mercado laboral.
Y volviendo a la filosofía y al campo laboral, al menos en Chile, esta se limita a la pedagogía y a la investigación. Pero una cosa es ser “amante de la sabiduría” y otra es enseñarla. Conozco el caso de un amigo que recibiéndose de profesor en filosofía y comenzando a laborar, no soportó el rígido horario del liceo ni fue comprendido por los directivos en su peculiar estilo aparentemente anárquico de enseñanza y disciplina; fue despedido tres veces por “no ajustarse al perfil institucional y por incitar al libre pensamiento de los educandos”; desde hace años está feliz como vendedor de libros usados porque esta actividad le permite estar constantemente leyendo y pensando. “Es bueno sentirse libre y pensar” me dice con una plácida sonrisa. En verdad, mi amigo no es un profesor de filosofía, sino un filósofo y como tal no tiene cabida en el sistema.