Vania Varetto. jefe de Marketing de Pago Fácil
«El hombre es un ser social por naturaleza», dijo Aristóteles. Y aquí estamos, 2.400 años después, no un país, sino todos en el mundo, basando nuestra subsistencia en la «distancia social». Algún efecto a largo plazo tendrá, lo sabemos. Lo han dicho especialistas de todo el mundo. Las últimas semanas comenzamos a ver en las calles más gente, lo que obligó al gobierno a extremar las cuarentenas. Los medios muestran carretes de personas que, como si no pasara nada, defienden sus fiestas acudiendo al «nos estamos cuidando» o «no tenemos síntomas». Negamos el peligro y nos rebelamos, porque acostumbrarnos a la mascarilla, a comprar online o a cambiar la rutina no pareciera tan complejo como la medida de fondo que nos cuidará del Covid19: vivir con distancia social.
Es natural la rebeldía. Va contra los principios de nuestra naturaleza. Sin embargo, en esta contradicción radica hoy nuestra mejor arma para vivir la pandemia. Hay medidas de resguardo que podemos tomar en lo cotidiano y que solo requieren hábito. Para las personas: ser responsables con el abastecimiento, sobre todo ahora que viene la cuarentena total, utilizar a comercios de barrio para evitar desplazarnos en grandes distancias a la hora de adquirir suministros, utilizar tarjetas y medios de pago contactless, código QR, lavarnos las manos incluso estando dentro de la casa (con mayor razón cada vez que salimos), no tocarnos la cara, mantener al menos un metro de distancia con los otros. Para los comercios: tomar medidas precautorias entre sus colaboradores, privilegiar el trabajo a distancia en la medida de lo posible, proveer de implementos que permitan manipular los productos de la manera adecuada, etc.
Pero, más importante, y sobre todo: tenemos que hacer el esfuerzo consciente de distanciarnos de las personas a nuestros alrededor, aunque nos genere estrés. Quizás podemos llamarla, emergencia social o resguardo ante la emergencia. Distancia es una palabra que en español tiene demasiadas connotaciones abstractas. Pero ya habrá tiempo para encontrar un nombre más adecuado. Por ahora, nuestra única fortaleza radica en tomar conciencia de que los paradigmas cambiaron y que nuestro «ser social» debe adecuarse, temporalmente, a un estado de ser a distancia.