Por: M. Victoria Peralta E., Académica de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Central
Basándonos en la observación de la vida cotidiana de los niños en nuestras ciudades, parece un tanto inverosímil tener que hacer un llamado para que se les permita caminar y correr. Ello, porque se constata en las calles, que cada vez más niños, incluso de cinco o seis años, son llevados permanentemente por sus padres en cochecitos plegables con gran incomodidad, ya que éstos son elaborados para lactantes.
Puede entenderse que a veces sean usados para realizar alguna gestión rápida o cuando las veredas no son las más adecuadas para niños pequeños, pero privarlos de caminar y correr habitualmente es un riesgo importante para su salud y bienestar. Sobre todo cuando la mayoría vive en departamentos o espacios reducidos.
Si nos remitimos a lo que sucede en algunos países desarrollados como E.E.U.U., veríamos que esta práctica es muy frecuente con niños incluso mayores, quienes andan absolutamente doblados en estos coches. A la par, se observan muchos párvulos y padres obesos que apenas pueden caminar, correr y menos subirse a aparatos, por falta de ejercicio y excesivo consumo de comida chatarra.
En Chile esta tendencia ha ido en aumento tal como lo señalan diferentes estudios; demás está decir todos los problemas que genera este sedentarismo a tan corta edad. La sugerencia entonces sería, no sólo a propiciar que los niños caminen y corran cuando salen a pasear con su familia, sino a realizar juegos que los motiven y diversos tipos de movimientos reiteradamente. Cabe destacar el aporte que tenían los juegos tradicionales del folclore popular como: “la guaraca”, “los pajaritos”, el “mandandirun-dirun-dan”, “vamos jugando a la pájara pinta” o las rondas, entre tantos otros. Éstos junto con estimular la motricidad gruesa en forma entretenida, beneficiaban las relaciones entre niños, el lenguaje, lo musical, el respetar turnos, etc.
Hoy hay proyectos educativos en nuestro país que están favoreciendo este tipo de actividades. Por ejemplo en San Bernardo es conocida la valorización que se hace de los juegos infantiles tradicionales y del baile como parte del folclore que propician. En la comuna de Castro, Chiloé, otro proyecto de valorización de su cultura y entorno natural, colabora con que los párvulos salgan frecuentemente a explorar su medio: vayan a museos, talleres artesanales, mercados, playa, humedales, a los parques naturales, entre otros. Allí pueden caminar, correr, trepar, tocar, saltar, asombrarse y aprender con la riqueza de su entorno.
Por el contrario en nuestras grandes ciudades cada vez salen menos niños de los jardines infantiles y escuelas; las aparentes necesarias, pero muy limitantes normas existentes de las instituciones casi lo prohíben. Además, el apoyo de las familias para salir es difícil, lo cual concluye en que los niños casi no pasean. ¡Qué diferente es esto en algunas de las naciones con las que nos gusta inspirarnos!
Por ejemplo en los países europeos, en especial los nórdicos con su duro clima de nieve y frío, los niños y niñas salen a explorar activamente su medio desde la sala cuna. Van a los bosques, caminan mucho, se equilibran en pasarelas naturales, trepan a los árboles caídos, recogen hojas y semillas e incluso los mayores (5 a 6 años) parten leña. Es decir ejercitan ampliamente su motricidad gruesa en actividades con sentido.
Quizás por nuestra idiosincrasia más sobre-protectora no podamos llegar a tanto, pero por favor, padres y educadores, dejemos que los niños jueguen en los pasajes, cites, canchas, plazas, parques y organicemos juegos colectivos que propician esta motricidad.
Para un Chile más sano, ¡que los niños y niñas caminen, corran y jueguen!