Doctor Roberto Prado, cirujano plástico
¿Conocen a alguna persona que esté 100% conforme con su cuerpo? Seguramente la mayoría dirá que no, pues si tuvieran la oportunidad de cambiarse algo, lo harían. Kilos de menos o de más, color de pelo, estatura, forma de las mejillas, de la nariz, en fin, siempre hay algún detallito, que todos quisieran cambiar.
De hecho, desde que hace unos 10 años se popularizaron los tratamientos estéticos mínimamente invasivos, tales como la toxina botulínica tipo A, los rellenos de ácido hialurónico, los peelings, la mesoterapia, entre otros procedimientos, tanto mujeres como hombres se volcaron a las consultas de médicos especialistas para hacerse unos retoques, corregir algunas imperfecciones o quitarse algunos años de encima.
Hoy, que existe un mayor acceso al crédito, junto a una baja en las tarifas de las cirugías plásticas -gracias al avance de la ciencia y a los precios más competitivos de ciertos insumos-, vemos que se está generando un fenómeno que podríamos llamar la democratización de las cirugías plásticas, pues son vistas como bienes de consumo, que al igual que un automóvil, se puede pagar en varias cuotas.
Así, vemos que este fenómeno tiene un lado positivo y otro que es necesario analizar como sociedad en su conjunto.
En lo positivo, vemos un mayor acceso a este tipo de operaciones a un importante porcentaje de la población que recurre a una cirugía buscando reparar una parte de su cuerpo, por ejemplo, luego de una mastectomía o una operación bariátrica o incluso niños que son objeto de bullying por sus compañeros de colegio, por alguna malformación en alguna parte de su cuerpo.
Por otro lado, vemos que a veces el afán de parecerse a algún personaje de moda o para arreglar detalles que son prácticamente imperceptibles para el resto de la gente, hacen que estas cirugías estéticas se conviertan en una necesidad y ven en ella una solución que no es real para los problemas de autoestima y aceptación social.
Es en este punto donde como sociedad debemos poner atención, pues cada intervención quirúrgica implica un cambio no sólo físico, sino que también emocional y no todos los pacientes le dan la importancia que se debe a este punto. Expectativas desmedidas, anhelo de calzar con el prototipo de perfección que los medios nos imponen y problemas de autoestima, son muchas veces los gatillantes para realizarse una intervención estética, que, en la mayoría de los casos, no resolverá su necesidad de sentirse aceptados por la sociedad.