Por: Pedro Ávila, Sociólogo
En los últimos años, luego un remesón político de gran magnitud, se despejó el velo, nos quitamos las caretas, terminamos con la ingenuidad y pudimos por fin ver el ejercicio político y económico del país al desnudo.
Atrás quedaron las voces que veían un funcionamiento casi inmaculado de unas élites que no dejaban espacio para la corrupción, cuyas acciones eran fuente de inspiración, ejemplo y orgullo, sobre todo al compararnos casi burlescamente con nuestros vecinos de Latinoamérica.
Los casos PENTA, SQM y las colusiones entre grandes empresas fueron el símbolo de un Chile que despertó de su letargo para ver la cruda y siempre dura realidad, en donde nada era como nos habían contado. Y aunque para muchos este destape fue algo negativo, creo que podemos afirmar con rotundidad lo contrario, ya que toda crisis trae consigo una oportunidad, y ésta no es la excepción.
Esta crisis en particular nos trae la oportunidad de recuperar el amor por el servicio público, ese que nace desde/para/por los miembros de nuestra sociedad, ese que durante años motivó a miles de personas a luchar por un país más justo, igualitario, en el que las brechas sociales no fueran un impedimento para tener educación y oportunidades.
Nuestro país tiene una historia particular que nos demuestra que hemos podido salir de etapas oscuras como lo fue la Dictadura. Hoy todos estamos llamados a demostrar que queremos seguir construyendo un Chile para todos y no sólo para algunos, ésta no es una tarea de recuperación de confianza del mundo político, es un trabajo que exige una ciudadanía empoderada que sea corresponsable de sus decisiones, que sepa exigir sus derechos pero que también conozca sus obligaciones.
El abrir los ojos y ver la verdad de cómo opera el poder económico en la política chilena, y lo inescrupulosos que son algunas personas con poder, nos permite tomar acciones de frente para enmendar el rumbo.
Este año se tomarán grandes decisiones en torno a la representación, las elecciones del año pasado ya nos dejaron algunas enseñanzas. De todos depende que logremos el bienestar social para nuestra sociedad, ya sea siendo responsables de la participación en elecciones, como dirigentes sociales o como actores políticos, todo aporte es relevante. Esta crisis puede ser el comienzo de una nueva forma de vivir la democracia, con convicciones más profundas y sentimientos más arraigados.
Es altamente relevante que como ciudadanos asumamos el deber de sensibilizar a los familiares, amigos y vecinos, explicando que no da lo mismo, que no es irrelevante y, que por el contrario, si seguimos siendo simples espectadores de lo que ocurre en nuestro país, el Chile que soñamos, estará cada vez más lejos.
