Día del Migrante

Día del Migrante

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Por: María José Mera, académica Psicología Universidad Andrés Bello

El 18 de diciembre se celebró el Día Internacional de Migrante, que conmemora la aprobación de la Convención Internacional de la ONU sobre la protección de los derechos de todos los trabajadores migratorios y de sus familiares (1990). Este año en Chile, esta celebración se dará en el marco de la intensa discusión que los medios de comunicación y el mundo político han instalado en torno a la inmigración durante las últimas semanas.

En este contexto, como opinión pública hemos recibido una gran cantidad de información con respecto a las ventajas y desventajas de la recepción de inmigrantes, propuestas para la modificación del marco jurídico que regula su ingreso y estancia en el país, experiencias de integración y exclusión, entre otros.

Si bien mucha de esa información nos permite sensibilizarnos ante una realidad social que es nueva y en ocasiones difícil de comprender, harían falta muchas páginas para aclarar y desmitificar cada una de las ideas erradas con respecto a la inmigración y a los inmigrantes (“están llegando delincuentes”, “estamos llenos de inmigrantes”, “nos vienen a quitar el trabajo”, “la salud y la educación van a empeorar”) que algunas autoridades y figuras políticas han puesto a circular en el debate público, y que los mismos datos estadísticos de organismos oficiales -como Extranjería, PDI, Ministerio de Desarrollo Social- permiten refutar.

Además, en esta discusión la pregunta acerca de qué estamos diciendo y haciendo nosotros, los chilenos, en nuestra convivencia cotidiana con las personas extranjeras, se encuentra ausente. Desde el ámbito de la investigación científica, hemos aprendido que la migración es un fenómeno bidireccional, que hace necesaria la adaptación por parte de la población inmigrante, pero también y en gran medida, por parte de las sociedades receptoras. Las sociedades que logran comprender que la integración social y cultural implica el respeto, interés e intercambio mutuo, que la indiferencia es una forma de violencia, y que los muros no detienen a quienes buscan una vida mejor, construyen ciudadanos mentalmente más sanos, solidarios y que llevan a cabo proyectos colectivos e individuales positivos y provechosos. Por el contrario, cuando se niegan derechos y oportunidades, y no se reconoce como legítimos a ciertos grupos sociales, lo que se obtiene es un clima social negativo, de tensión y conflicto.

Las ideas que como ciudadanos compartimos acerca de la inmigración son importantes. No porque sea un tema de moda o porque nos permite participar de una discusión de nivel internacional. La relevancia de la inmigración tiene que ver con el país que estamos construyendo para las generaciones actuales y futuras, con nuestra capacidad de reconocernos y reconocer a los otros diferentes como iguales en derechos, deberes y oportunidades, idénticos en su dignidad y valor como seres humanos.

Nuestra región no está ajena a estos fenómenos. En los últimos años hemos recibido la llegada de cerca de 15.000 extranjeros que han elegido el Biobío como destino para realizar sus proyectos de vida personales y familiares. Muchos de ellos se han integrado de manera exitosa en nuestras ciudades, enriqueciendo nuestra cultura, generando empleo y contribuyendo al desarrollo local, y muchos otros aun realizan importantes esfuerzos por formar parte activa de la vida de la región. Algunos grupos de la sociedad penquista, las instituciones del Estado, la Iglesia católica y la academia, trabajan para generar espacios de acogida para los inmigrantes. No obstante, el mayor desafío se encuentra en la forma en que nos relacionamos en el día a día, en nuestra disposición a reflexionar sobre nuestros propios prejuicios, creencias y temores, y acerca del tipo de sociedad que deseamos construir.

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