Por: José Albuccó, académico de la Universidad Católica Silva Henríquez y autor del Blog Patrimonio y Arte.
En 1954 la Asamblea General de las Naciones Unidas recomendó a todos los países que destacasen un día en el calendario para dedicarlo a la promoción de los derechos de los pequeños y pequeñas. En Chile, a inicios del siglo pasado, se creó una semana de la niñez para, posteriormente, en la década de los ochenta establecerse el Día del Niño en el mes de agosto, en una alianza público-privada que permitía cumplir con lo recomendado por Naciones Unidas y ser funcional al mercado imperante en el país.
Ante la pronta celebración de un nuevo Día del Niño es tiempo de observar, de modo crítico, nuestro real cumplimiento de esta recomendación.
El acceso a educación de calidad por parte de los niños, en este contexto, es un derecho humano que se verá enfrentado a importantes cambios en los próximos años. Los sistemas educativos de todo el mundo sufrirán grandes modificaciones de aquí a 2030, propiciados por la revolución tecnológica y la era digital. En la próxima década, las redes digitales van a convertir los colegios en «entornos interactivos». Todo lugar será un espacio de aprendizaje, mientras que la frontera entre el colegio y el hogar se desdibujará y el aprendizaje no se restringirá a unas horas y a espacios concretos. El rol del maestro cada día más será el de un guía y facilitador de los talentos de los niños.
La educación del futuro valorará el desarrollo y la capacidad creativa e innovadora de los niños, fomentando el pensamiento complejo, crítico y reflexivo, acompañado de un aprendizaje colaborativo y con adecuado uso de la tecnología y mundo virtual. Pero también requerirá una mayor inversión en capital humano de calidad que guíe a las niñas y niños en una gestión de los aprendizajes con mirada estratégica y no cortoplacista.