Por: Octavio Arellano Zelaya, abogado, Concejal y ex Alcalde de Los Andes
«A pesar de que la historia social de Chile, ha sido escrita con una notoria perspectiva fuertemente masculina, es necesario relevar la importancia de la mujer chilena en el desarrollo social, y cultural de nuestro país, hacia una sociedad que avanza, no exenta de dificultades y violencia, hacia una sociedad más inclusiva e igualitaria, proceso que nuestra historia no ha sido lo suficientemente explicita en destacar, a pesar de destacados ejemplos de valentía y consecuencia política y social de la mujer de nuestra tierra.
La épica de la guerra de Arauco nos muestra a una valerosa Fresia, quien en capaz de reclamar del cacique Caupolicán una mayor firmeza ante el conquistador, cuando lo ve apresado, o de una Guacolda, que se une a la rebelión mapuche hasta morir junto a Lautaro en la batalla de Chilipirco.
Ya en la gesta de la independencia, los historiadores mencionan las figuras de valerosas mujeres que se unieron a la causa patriota como Laura Recabarren, Agueda Monasterio de Lattapiat y Mercedes Fontecilla, quienes a pesar del encarcelamiento y las vejaciones que sufrieron del régimen realista, mantuvieron en alto la llama de la libertad.
En la construcción de la República y la defensa del derecho a la educación de la mujer, brilla luz propia la insigne maestra y figura universal Gabriela Mistral, quien fuera la primera mujer latinoamericana de recibir el Premio Nobel de Literatura y residió en Los Andes entre 1912 y 1918. Es aquí donde hace su bautizo literario con su obra “Los Sonetos de la Muerte”, que es un gemido de dolor ante la inesperada partida de su amado. Aquí se hace llamar, por primera vez Gabriela Mistral, posición desde la cual lidera la defensa de los derechos civiles de la mujer, el acceso igualitario a la educación, a la actividad política, especialmente de las mujeres indígenas latinoamericanas.
Con el transcurso del siglo XX emerge la figura de una joven mujer consagrada a la oración contemplativa. Se trata de la joven Juanita Fernández Solar, cuya vocación espiritual la llevó en 1919 a consagrar su vida a la fe cristiana, siendo venerado su ejemplo de vida austera desde desde su temprana muerte en 1920, lo que le valió que la Iglesia Católica, a través del Papa Juan Pablo II, la canonizara el 21 de marzo de 1993 con el nombre de Santa Teresa de Jesús de Los Andes.
Otro caso de mujeres señeras en la letras nacionales es María Luisa Bombal, quien educada en la Universidad de La Sorbona, antes de los 30 años ya había publicado obras como La última niebla y la La amortajada, novelas que reflejan la desolada situación de la mujer de la época.
En la arquitectura y las artes destaca la figura de Laura Rodig, quien nació en Los Andes, el 7 de junio de 1901, y cursó estudios en la Escuela de Bellas Artes donde fue alumna de Virginio Arias. Expulsada de la escuela por su constante rebeldía frente a las imposiciones academicistas de sus maestros. Su búsqueda de la libertad, la llevó a México, donde fue discípula de los muralistas Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, siendo nominada Premio Nacional de Arte en 1949.
Entre las mujeres defensoras de los derechos de la mujer, destaca la figura de Elena Caffarena, quien encabezó la lucha por el derecho al sufragio femenino, obtenido en 1949 y a cuya promulgación oficial no fue invitada. Estudió derecho en la Universidad de Chile y formó parte de la Federación de Estudiantes de Chile (FECh), participando en movimientos de reivindicación estudiantil. Célebre es su frase, en una toma de la universidad, «El que NO sea hombre, que se vaya». En 1935 fundó el Movimiento Pro Emancipación de la Mujer Chilena, MEMCH, activa luchadora por la igualdad de derechos de los ciudadanos chilenos. Otra mujer destacada fue la profesora Amanda Labarca, quien a los 18 años obtuvo el título de profesora de Castellano. Al regreso de Estados Unidos y Francia, se sumó a la lucha por la reivindicación de los derechos civiles y políticos de la mujer, convirtiéndose en una de las primeras líderes feministas del país. Su accionar posibilitó la dictación de la ley N° 328, conocido como Ley Maza, que reconoció los primeros derechos civiles de la mujer y abolió algunas de las incapacidades legales que mantenía a las mujeres en calidad de menores de edad. En 1933 participó en la creación del Comité Nacional Pro Derechos Civiles de la Mujer, organismo que consiguió al año siguiente la aprobación de la Ley N° 5.357. Esta ley reconoció a la mujer el derecho a elegir y ser elegida en los comicios municipales y en 1949, para cargos parlamentarios y presidenciales.
En este caminar por la historia no podemos dejar que destacar a la folklorista, compositora, recopiladora e intérprete de la cultura popular campesina, la inmortal Violeta Parra. Mujer multifacética de cuyo natalicio se cumplen 100 años. Además de su búsqueda de la raíz de la cultura popular campesina, cultivó diversas disciplinas como la pintura, la escultura, la cerámica y el bordado de arpilleras, también comprometida con una sociedad de mayor justicia social.
No cabe duda que la creciente influencia de la mujer en la vida pública y social hizo posible que una de ellas, la doctora Michelle Bachelet Jeria, fuera la primera mujer en ocupar la Presidencia de la República. Somos de los que creen que la sociedad chilena tiene en sus mujeres un valioso referente social, cultural y político, que ha conquistado, mediante luchas incansables y dolorosas, mayores derechos, valoración y respeto.
En este 8 de Marzo de 2017, día en que conmemoramos el Día Internacional de la Mujer, que nos trae a la memoria la masacre de cientos de mujeres en las fábricas norteamericanas en la lucha de mejores condiciones laborales y sociales, hacemos un alto para saludar a la mujer chilena y reconocer su valiosa contribución a la formación de una sociedad más justa, integrada y democrática, camino que esperamos seguir recorriendo en una alianza igualitaria entre hombres y mujeres”.