Por: Vicky Parraguez, académica Escuela Terapia Ocupacional U. Andrés Bello
En la vida cotidiana el concepto de discapacidad es suficiente para la marginación y exclusión. Para poder lograr que una cultura dominante considere la diversidad funcional como expresión humana, la aceptación del otro como un legítimo otro, se debe trabajar en la transformación del discurso que legitime la diferencia, desde un sujeto emancipado y que exige el reconocimiento de su diversidad, su diferencia, su alteridad.
La educación como un ámbito de la vida concreta y cotidiana, es un escenario con amplias posibilidades para comprender a un sujeto emergente y diverso. Introducir cambios en los planes y programas de estudio, desde la educación básica a educación superior, con un discurso coherente se puede constituir una educación para la equidad respetando la diversidad.
El cambio cultural es posible, pero requiere de la acción permanente y constante en lo cotidiano, un discurso de la alteridad donde el sujeto legitimado y reconocido, no sea objeto de asistencialismo ni caridad, sino que un legítimo otro en su diversidad.