Isaías 60, 1-6 ; Efesios 3, 2-6 ; Mateo 2, 1-12
Por: El Peregrino
Nota: Pienso que sería muy conveniente insistir en el sentido y significación de esta Fiesta. Comenzando por clarificar que el 6 de enero no es la Fiesta de los Reyes Magos, sino la Fiesta de la Epifanía (manifestación) del Rey que es Jesús. Insistir que si no se manifiesta el Señor, su Encarnación no habría llegado a los hombres. Desde su origen y durante trescientos años la Iglesia celebraba en esta fecha tres realidades importantes relacionadas las tres con la luz y la manifestación: el Nacimiento en Belén (noche del 5 al 6); manifestación a los magos (paganos) y manifestación en las bodas de Caná (el primer signo revelador que hace Jesús). A partir del siglo IV se desdoblaron las fiestas: la primera se trasladó al 25 de Diciembre (que seguimos celebrándola hasta el presente) y las otras dos se mantienen en el día de la Epifanía. Hoy es la Fiesta de la Luz y de la entrada en la Iglesia del mundo gentil. Es una Fiesta fundamental. La insistencia en estos elementos que son bíblica, teológica y pastoralmente tan importantes debe llegar a los verdaderos creyentes.
¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti! 1) Estas palabras enmarcadas en su momento histórico entrañan un mensaje de especial significación. Jerusalén destruida; el pueblo diezmado; los exilados que vuelven de Babilonia después de más de cincuenta años de exilio. Decir y proclamar este mensaje a un pueblo que vive en esas circunstancias es singularmente esperanzador. Dios tiene su proyecto y lo lleva adelante. Una vez más nada puede oponerse a sus planes, porque distan de los nuestros como el cielo de la tierra. La gloria del Señor amanece sobre ti es lo mismo que decir Dios se manifiesta como poderoso ejecutor de sus planes en favor de tuyo. Este primer pensamiento de profeta-poeta urge a los creyentes a levantar su ánimo y a experimentar el consuelo de Dios sin límites y entregarlo luego a los demás como un regalo, porque como regalo lo hemos recibido. Dios quiere seguir amaneciendo en la Iglesia y en el mundo y para ello quiere necesitar nuestra colaboración comprometida y gozosa.
El autor de esta carta presenta la imagen de Pablo recibiendo el don gratuito de su misión universal. Pablo es un mediador de la gracia que Dios ha tenido siempre dispuesta para ofrecerla también a los gentiles. El mismo ha experimentado la gratuidad, la sinceridad y la ternura del amor misericordioso de Dios al llamarle de perseguidor de Jesús en sus seguidores a pregonero de su Hijo Jesucristo Salvador de todos. Este rasgo de la vocación de Pablo debe despejar cualquier duda sobre nuestras capacidades para realizar la tarea de evangelización. Cuando Dios anda por en medio todo es posible.
Pero ¿qué papel desempeñan los magos? Pues el de aquellos que extraños al judaísmo y a su religión, han buscado y han interpretado los signos de los tiempos y se han arriesgado también a aceptar al niño de Belén como su luz. Es verdad que estos textos de Mateo, como los de Lucas, no pueden haber sido escritos sino después de que las comunidades cristianas proclamaran a Jesús resucitado. No podía ser de otra manera. Pero el texto de Mateo es más especial, si cabe, porque está “empedrado” de alusiones a textos veterotestamentarios que se leen con el sentido de cumplimiento o de alusiones significativas. Todos los grandes personajes de la historia han tenido su “estrella”, como Alejandro Magno, Augusto, y el “rey de los judíos” no podía ser menos a la hora de presentarlo ante toda la humanidad. Desde luego no es necesario pensar o defender que en el momento del nacimiento de Jesús se produjo una gran conjunción de Júpiter y Saturno en la constelación de Piscis; es bastante hipotético que sea así, y tampoco podemos decir que esté contemplado en nuestra narración. Además, si esta conjunción pudiera probarse para el año 7 a.C. (como algunos sostienen), todavía no se “buscaría” a Jesús como el “rey de los judíos”, porque este título no podía aplicársele desde su nacimiento, sino después de la muerte (es el título de la condena en la cruz) y la resurrección.