DOMINGO 15 DE OCTUBRE DE 2017: XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO

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Isaías 25,6-9;  Filipenses 4,12-20  ; Mateo 22,114
Por: El Peregrino

Mateo nos relata la invitación al banquete de Bodas y la respuesta a este banquete. En primer lugar, está la invitación propiamente dicha, después el envío de los siervos para llamar a la Boda a los invitados, pero estos no pueden asistir. Entonces el Rey envía otros siervos y los invitados rechazan la invitación tomando a los siervos, y matándolos. Aquí hay una repetición del tema de los viñadores que matan al Hijo.

El banquete de bodas es la apertura al misterio de Dios a todos los hombres. Todos los hombres son llamados, todos los hombres son invitados, pero desgraciadamente, no todos responden. El misterio que nos muestra este texto es el destino que Dios tiene para cada uno de nosotros, nuestro compromiso con el misterio de Dios y nuestra respuesta personal. El Banquete de bodas es un banquete para todos, pero es necesario responder, responder al amor del Señor.

Los siervos son enviados a todos los caminos, a todas las periferias del mundo para encontrar buenos y malos – lo cual significa universalismo – , y hacer que la sala de bodas esté llena de convidados. Mateo tiene la intención de subrayar el universalismo de la salvación, este universalismo que llama a todos los hombres, que estaban invitados primero y los que no estaban invitados.

Todos los hombres son llamados a este banquete de bodas, este banquete al principio limitado se abre a todos con la amplitud infinita del amor de Dios: Sin embargo tenemos junto a esta parábola otra más pequeña que, a primera vista, es bastante desconcertante. El rey entra en la sala del banquete para ver a los invitados, y ve a un hombre que no lleva ropa de boda. Le dice: Amigo ¿Cómo has entrado aquí sin traje de boda? Él se quedó callado (Mt. 22,12) Este pequeño diálogo nos expresa todo el misterio del hombre frente al misterio de Dios.

Amigo ¿Cómo has entrado aquí sin traje de boda?. El traje de boda nos es dado por el Señor para entrar en su propio misterio, para compartir su propia vida, para que nos donemos libremente. Para esto, es necesario confesar la fe ante el rey y no quedarse en silencio. El acento está puesto sobre esta pequeña fórmula: Él se quedó callado . Se trata de confesar al Señor, ser testigo de su misterio de salvación universal. No se debe decir simplemente lo que creemos, es necesario realizar lo que debemos ser: invitados que deben responder al amor por el amor, que deben en actos y verdad.

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