Isaás 45,1.4-6 ; 1 Tes. 1,1-5 ; Mateo 22, 15-21
Por: El Peregrino
Hoy leemos como los Fariseos proponen a Jesús una pregunta-trampa, sobre la conveniencia o no de pagar los impuestos a los romanos. Pregunta que él resuelve con elegancia y llevando el tema del terreno político, en el que le quieren comprometer , al religiosos, que es el que le interesa a él.
Es una ocasión para que nosotros reflexionemos sobre la siempre difícil conjugación de lo temporal y lo espiritual.
Adentrémonos en la carta de san Pablo a los Tesalonicenses vemos el retrato de aquella comunidad cristiana que aparece aquí con envidiable calidad y riqueza “él los ha elegido…hermanos amados de Dios…el evangelio se proclamó entre ustedes con la fuerza del Espíritu Santo y convicción profunda”
¿Existe en nuestras comunidades esta vitalidad?
Volviendo al evangelio. Este texto es una llamado al discernimiento y nos recuerda que como cristianos debemos situarnos en todos los ámbitos de la vida. Y no solo tenemos obligaciones religiosas. El cristiano se sitúa ante el César y ante Dios. No puede limitarse sólo a un ámbito como muchos han entendido leyendo este evangelio.
El cristiano está llamado a cumplir cabalmente sus deberes religiosos y también sus deberes civiles.
Lo que los fariseos querían era que Jesús dijera que ellos, como judíos, no debían pagarle al César y sólo referirse a Dios. Jesús les responde que tienen ambos deberes. Dar al César lo que es suyo y a Dios lo que le corresponde. Eso significa que cada uno debe saber discernir, pero no escudarse en una obligación para dejar de cumplir la otra.
Está además en el centro del cristianismo una concepción de lo religioso que une dos mandamientos: Por eso, aun desde el punto de vista religioso, el servicio al pobre, la ayuda al desvalido, la caridad, la justicia, hasta el pago de los impuestos, son un modo de servicio que se presta al mismo Dios.
El cristianismo es la religión de la Encarnación no aísla a Dios, lo reconoce y lo sirve en la historia.