1 Samuel 26, 2.7-9.12-14.22-23 ; 1 Corintios 15, 45-49; Lucas 6, 27-38
Por: El Peregrino
Hemos de configurar nuestra vida con Jesús, que vivió de forma coherentemente, como parte integradora en su humanidad. Pasó su vida haciendo el bien a los que lo rodeaban, buscando por todos los medios manifestar el verdadero sentido de humanidad. Su trabajo más intenso consistió, en lograr que el grupo de sus seguidores asumiera nuevos criterios de relación y de fraternidad que ayudaran a salir a aquel mundo de la profundidad donde lo habían introducido las tendencias humanas egoístas mal manejadas.
Jesús enseñó una nueva forma de concebir la vida. Esta nueva forma de entender no era simple palabra y predicación vana, alejada de la vida. Él lo ratificó con la suya propia, su comportamiento, sus acciones, mostrando así que es posible un actuar diferente a lo establecido y a la vez hacerlo asimilable como normal dentro de la cultura judía. La forma de ser del Hijo de Dios, puso en conflicto a muchos, en especial a la clase dirigente y a los líderes de la religión que se sentían interpelados por ese actuar libre y sincero.
Es Cristo el que rompe esa reciprocidad basada en el “a igual daño, igual reparación” viviendo en primera persona el límite de la gratuidad. Es difícil para el ser humano, se diría casi imposible, de no ser por la gracia de Dios, el “pagar” el mal con bien, y si éste es la vida, es el supremo bien. El ser humano tiende a amar por algún interés a cambio.
El verdadero amor es el amor “maduro: «Me aman porque amo», y también «Te necesito porque te amo». Este amor siente la necesidad de la unión y el compartir lo que implica la compasión (padecer con) y tiene la potencialidad de engendrar más amor (cf. E. Fromm, “El arte de amar”). Y en palabras de Santo Tomás el amor verdadero crece con la dificultad. Éste es el mayo escoyo del amor y a la vez el mayor índice de “resurrección” del alma humana: perdonar al enemigo.
Si la persona es capaz de que “Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra” es porque le está cuestionando al poner la otra mejilla que su no violencia está por encima del dolor físico. O dicho de otra manera que su amor es un amor madura porque busca el bien ajeno, frente al amor infantil que busca solo satisfacerse.
La unión personal con Dios en la oración, dan esa capacidad que le hacen al ser humano no ser un superhombre por ello sino ser imagen de Dios, lo cual está por encima de la sola humanidad que aspira a una felicidad de rango filosófico, para llegar a la felicidad plena basada en la visión beatífica del Creador.
Pide a Dios que te ayude a superar el amor filosófico, el del superhombre (que suele acabar en un despertar trágico) para llegar al amor pleno, fruto de la misericordia (que es parte de la intimidad divina) para vencer cualquier rencor u odio (poner la otra mejilla si es menester) y así no solo rezarás el padrenuestro sino, y es lo más importante, lo vivirás.