Isaías 49,1-6 ;Hechos 13,22-26; Lucas 1,57-66. 80
Por: El Peregrino
Este es el segundo canto del Siervo de Yahvé que es una de las originalidades del famoso Deutero-lsaías. Se trata de una llamada, de una elección desde el seno materno. Los nombres de Jacob y Israel que se identifican, pero que, por otra parte eran personas distintas como «epónimos» del pueblo elegido, suenan un poco a artificio literario y formal y, en todo caso, simbólico. El «siervo» es un individuo, una persona, aunque también se sugiere de alguna manera, que se está contemplando una colectividad. El «siervo» lleva el nombre, pues, de Israel para reunir a Israel (o Jacob) a una misión: ser luz de las naciones. Para ello debe reunir de nuevo al pueblo.
Todo esto, pues, es una llamada a una verdadera misión profética. Los profetas no se hacen, no estudian, no aprenden en escuela… los profetas tienen una sintonía con Dios que les llama, les impulsa, les arranca de lo normal y les encomienda una misión que va más allá de lo de siempre. El profeta rompe barreras, atraviesa esquemas imposibles, porque desde el «seno materno» estaba tocado por el dedo de Dios para algo muy especial. No de otra manera se nos han presentado las llamadas a la misión profética del mismo Isaías, de Jeremías, de Amós, pero de la misma manera nos encomiarnos una descripción parecida en Pablo a ser apóstol de los gentiles (Gal 1, 15), cuya misión profética es patente en el cristianismo primitivo.
Este discurso de Pablo ante los judíos en la sinagoga de Antioquia de Pisidia (en el sur de Turquía), es el primero que Lucas, el autor de los Hechos, le concede a Pablo con una intencionalidad manifiesta. Lucas entiende que la primera tarea de los «apóstoles» era trasmitir el mensaje de la salvación a los judíos y después a los paganos. Es un planteamiento esquemático que no siempre se cumplía. Pero lo obvio para Lucas era así y por ello traza un discurso a los judíos de la diáspora en el sábado y ante la petición de los jefes de la sinagoga, después de la lectura de la Ley y los Profetas. El discurso es kerygmatico, es decir, tiene un núcleo fundamental en el anuncio de la muerte y la resurrección de Jesús como liberación y salvación.
El texto, hoy, ha sido escogido por la mención del papel de Juan el Bautista, el último profeta del AT, aquél que todavía exhortaba a la espera de «alguien» bajo la iniciativa divina. Es verdaderamente curioso que la figura de Juan el Bautista sea usada en estos discursos, aunque se explica en razón de ese auditorio tan determinado. Juan el Bautista pertenece al tiempo de las promesas, después, ya viene el tiempo nuevo que inaugura Jesús. El profeta, a quien la tradición cristiana presenta como pariente de Jesús (las madres del Bautista y de Jesús se encuentra al principio de la obra de Lucas 1), cierra el AT para nuestro autor.
La «historia» del nacimiento de Juan en Lc 1 se ha prestado mucho a la piedad o, por el contrario, es una de las cuestiones históricas más debatidas. En realidad la descripción del nacimiento de Juan se hace en paralelo con la de Jesús, pero con las diferencias pertinentes. No podemos menos de notar lo escueto que es el evangelista para narrar el «nacimiento» de Juan (Lc 1.57-58) en dos versículos, mientras que al nacimiento de Jesús le dedica veinte (Lc 2,1-20). Las consecuencias del nacimiento de Juan y la imposición de su nombre se explican cómo contrarréplica a la escena del anuncio de su nacimiento y a la mudez de su padre Zacarías. Zacarías debe hablar y escribir para dimensionar el nombre divino y el papel que el niño ha de tener. Lo extraño y curioso es que Lucas concede menos peso al nacimiento de Juan y mucho más al rito judío de la circuncisión y la imposición del nombre (vv. 59-66), mientras que en el caso de Jesús sucede al contrario: el nacimiento y sus consecuencias tienen un peso extraordinario y del rito judío de la circuncisión le basta con una simple evocación (Lc 2,21). Además, se subraya que la imposición del nombre corresponde al padre de la criatura, en el caso de Juan. Pero en el caso de Jesús se le encomienda a María (Lc 1,31). Estas diferencias, sin duda, marcan la teología de lo que Lucas quiere expresar: aunque son dos anuncios y nacimiento paralelos, lo de Jesús es distinto de lo de Juan el hijo de un sacerdote.
¿Qué significar Juan? Un nombre es muy importante en la Biblia. El nombre es todo un programa, un diseño de vida… Jesús significa «Dios salva o es mi salvador» y su vida estará dedicada a la salvación. Juan (Yóhanan) viene a significar: «Dios es propicio o Dios se ha apiadado» o bien, «Dios es misericordia». Desde esta explicación y significado es cómo podemos entender el canto del Benedictus que Lucas ha puesto a continuación, donde la visita de Dios a su pueblo es la idea que exhorta a bendecir y a alabar a Dios. Este cántico de Zacarías, sin duda compuesto de Lucas, con todas las resonancias de los cantos del AT viene a mostrar que toda la historia del pueblo de las promesas no ha sido en vano y que ha llegado el momento en que Dios, de nuevo, estará con los suyos. Juan, pues, tiene esa misión en su nombre mismo: anunciar que Dios ha de llegar para visitar, liberar… es lo que hará Jesús, quien con su nombre y su vida ha de llevar a cumplimiento lodo el proyecto salvador de Dios.