Isaías 22,19-23; Romanos 11, 33-36; Mateo 16, 13-20
Por: El Peregrino
El episodio que leemos hoy es importante para el nacimiento de la primera comunidad, y por tanto de la Iglesia.
Como respuesta al acto de fe por parte de Pedro. Jesús le daba y le anuncia la misión que ha pensado para él en la primera comunidad.
Jesús emplea dos imágenes: Pedro será la “piedra” sobre la que quiere edificar su Iglesia, y además le dará “las llaves” de esa comunidad que Cristo quiere fundar.
Cristo se ha querido servir de personas humanas, aunque sean débiles, como en este caso, para ir edificando su Iglesia. Es un momento significativo de su ministerio, cuando acaba su estancia en Galilea y se dispone a subir a Jerusalén, Jesús plantea una doble pregunta a sus discípulos. La primera es a modo de encuesta sobre lo que la “gente” opina de Él. La respuesta es diversa: unos que Juan Bautista, otros que Elías o Jeremías o algún otro profeta. La segunda pregunta es directa para ellos: y ustedes ¿quién dicen que soy? Pedro tomando la Palabra “Tú eres el Mesías…El Hijo de Dios”.
Ha sido una hermosa profesión de fe que ha hecho Pedro en nombre de sus compañeros. Quizá no logra una profundidad cristológica pero no podemos negar que es una hermosa profesión de fe.
¿Qué está pasando con los creyentes de hoy? ¿Por qué tenemos miedo a profesar públicamente nuestra fe en Cristo? Hoy más que nunca se requiere de un cristianismo y de apóstoles del siglo XXI más convencidos y convincentes de aquello que se cree y que se proclama cada domingo en la Iglesia. Creo y veo que el mundo y los medios nos tienen arrinconados a las 4 paredes de los templos sin fuerza ni capacidad de hablar, ni de gritar con fuerza “SOY CRISTIANO”. Hay temor y es quizá porque también ese miedo está instalado en los sacerdotes que no tienen el coraje de hablar de Cristo, de tener una vida coherente y convincente, no rezan, no viven lo que celebran, son tibios, viven encerrados en las oficinas parroquiales planificando para un pequeño grupito y no salen a las calles a evangelizar, visitar enfermos, la cárcel, los pobres. Somos una Iglesia somnolienta.
Al concluir el mes de la Solidaridad sería refrescante tomar los Escritos del Padre Alberto Hurtado y saborearlos y sacar de ellos savia nueva para vivir. Nuestro discipulado en un mundo que nos está dejando fuera de la esfera social. Los jóvenes no nos escuchan porque no nos creen y cada vez es más notoria nuestra ausencia en los medios de comunicación. ¿Cuál es el desafío? En primer lugar más y más oración, Adoración al Santísimo, El rezo de Rosario, La participación semanal o diaria en la Misa, vivir las obras de Misericordia espirituales y corporales, Tener como compañero de viaje el evangelio, hacer alguna vez un retiro. Lo importante no es quedarnos en análisis sino ponernos en camino como lo hizo Jesús que partió con 12, así de simple. ¡Te invito a partir! como lo hizo un día San Alberto Hurtado.