Bajo este título el recordado secretario municipal y hombre estudioso de la Historia de Los Andes, Luis Rojas J. (q.e.p.d.), escribió este artículo referido al destacado muralista, ya fallecido, don Gregorio de la Fuente, quien pintara en 1954 el famoso mural de la Estación de Ferrocarriles del Estado.
«Hace poco más de tres meses que un hombre y un gran pintor, nos abandonó, se fue sin haber recibido el Premio Nacional de Arte, como hubiésemos deseado todos los andinos, pues disponía de una larga trayectoria artística que trascendió más allá de la cordillera. El se fue sin saber que el alcalde y el Concejo Municipal de Los Andes, lo postularon en dos ocasiones. A lo mejor si se hubiese enterado habríamos herido su modestia de niño llena de una profunda dimensión humana.
Su conversación interesante y amena era ayudada por la ágil memoria de su esposa. Era ya tarde y don Gregorio de la Fuente, se animó a contar una desconocida anécdota y una ignorada historia del mural de la estación, que hoy, en el marco de la Primera Filán del siglo, la comparto con los lectores. Don Enrique Pujol dueño del Hotel Los Andes, arrimó una silla para escuchar al maestro. Estaba orgulloso de tener en su casa, decía con su acento argentino, a un insigne artista.
Entre las alabanzas del dueño de casa, don Gregorio, hilvanó su relato. Era tiempo de verano, y corrían los primeros días del año 1954, la calor recalentaba las espaldas y aletargaba los cuerpos. Los maestros hicieron un «aro» para refrescarse con una rica sandía de la zona, cuchara en mano devoraron la fresca fruta, las pepas expulsadas caían, sin ser advertidas, en la arena y luego se mezclaban con el yeso, para terminar siendo platachadas en la pared lisa y fresca. Pasaron los días, y en el fresco fueron apareciendo las coloridas figuras y escenas de la hermandad. Y allí también surge lo inaudito, pues junto a los personajes, aparecieron tres matas de sandías que graciosamente colgaban y parasitaban el mural. Don Gregorio, en principio no tuvo explicación, dice, que sólo atinó a remover «las intrusas» y platachar de nuevo, la parte en donde se habían anidado, y repintar la escena.
El otro relato, más histórico y menos anecdótico, surgió ante la pregunta directa de Guido, el camarógrafo que filmaba la restauración que el mismo autor del mural hacía de su obra, después de más de cuarenta años. ¿Don Gregorio en cuáles de los personajes del mural, está su rostro? La respuesta fue inmediata y segura -en ninguno- Y se explayó. El único rostro identificable y pintado a propósito, es el de Jorge Guerra Squella, director de Ferrocarriles de la época, quien tuvo la gran idea de pintar murales en las estaciones de ferrocarriles. Así fue, que se pintaron murales en la Estación de Concepción (1946); declarado Monumento Nacional, en la Estación Ferroviaria de La Serena (1952) y en Los Andes (1954). Si usted, amigo, desea ubicar a ese director de Ferrocarriles en el mural de Los Andes, está en el sector inferior de su izquierda; es una escena familiar en donde el hijo está, tomándole el mentón a su padre. Ese rostro, efectivamente corresponde a ese gran director de Ferrocarriles, a quien don Gregorio de la fuente, inmortaliza con gratitud y la generosidad diáfana del verdadero artista».