Monseñor Gonzalo Bravo expresó su gratitud y entregó saludos al asumir el cargo pastoral.
El nuevo obispo de la Diócesis de San Felipe de Aconcagua, monseñor Gonzalo Bravo Álvarez, a través de un mensaje expresó sus gratitudes y entregó sus saludos luego de haber sido nombrado por el Papa para que asumiera el cargo.
En parte del texto, el nuevo pastor manifestó:
“Agradezco al Santo Padre por permitirme integrarme a vuestra historia de evangelización, al Nuncio por su paternal y paciente diálogo con el que se cuajó la decisión, al Padre Jaime Ortiz de Lazcano Piquer quien, en su servicio como Administrador Apostólico, me ha manifestado su disposición para acompañar mis primeros pasos en el conocimiento de la vida diocesana; y a cada una de las personas que me acogerá con mis debilidades y precariedades como un pastor que desea estar con ustedes, junto a Jesús, camino, verdad y vida. Desde un inicio envío un saludo fraternal a quienes sirven en la diócesis: laicas y laicos, catequistas y servidores, religiosas y religiosos, sacerdotes y diáconos, y a todas las personas de buena voluntad que desean hacer presentes los valores humanos y divinos del Reino de Dios”.
“Querida Diócesis de San Felipe de Aconcagua, la Providencia de Dios ha querido que un día como hoy (martes 26 de mayo) se conociera el nombre del esperado Obispo que les siga acompañando en las múltiples y hermosas tareas que tantas y tantos llevan adelante en estos tiempos difíciles que nos toca vivir. Sé que han rezado para que el nuevo hermano sea un pastor ‘con olor a oveja’, que dé testimonio del amor de Cristo y sea muy cercano al servicio de todas las personas, sin distinción”.
Más adelante, el prelado planteó que “desde un inicio, deseo que puedan ver en mí a un servidor de la oración y la Palabra, de la comunión y la solidaridad, de la justicia y la paz, con la convicción que quién sirve en la vida puede plenificar su corazón con la libertad de un amor dado, con el sufrimiento de un mal ofrecido y con la serenidad del misterio de Dios contemplado. Nada hay que nos haga más santos, más libres y más felices que encontrarnos desde nuestra humanidad y nuestra precariedad con las otras personas, sin caretas, sin una autoridad que lesiona la dignidad de la persona más sencilla, sin el poder prepotente que deslava tanto nuestra semejanza con Dios”.
Monseñor Bravo, al asumir esta nueva responsabilidad ministerial, expresó: “Doy gracias a Dios por permitirme compartir con ustedes un lugar en vuestra comunidad. El encargo es ser pastor (CIC 375) como tal, y en cooperación con el presbiterio (CIC 369), espero servir para la santidad de toda la comunidad que peregrina en esta, mi nueva diócesis”.
Por último, pidió oración y paciencia “para que podamos caminar juntos. Me confío a la intercesión juvenil de Santa Teresa de Los Andes, a la ternura maternal de la Virgen María y al sufriente Cristo de Rinconada de Silva”.